Aquellos que entibiaron nuestra vida con la cálida caricia de la sonrisa, con el encendido rescoldo de un apretón de manos y el abrazo sin parangón de su amistad, nos dejan para siempre ese cosquilleo en el alma que nos ha de acompañar permanentemente durante nuestro transcurrir por este espacio terrenal que le llaman vida
Así era él, Rubén Osvaldo Carreira, aquel entrañable Cachula, que como canta Roberto Carlos, tenía un millón de amigos, que con su carácter alegre y jovial, supo ir sumando a lo largo de su vida. Un luchador empedernido con la existencia en procura del sustento que muchas veces parecía esquivo, sin bajar la guardia y manteniendo siempre presente esa sonrisa que fue su eterna compañera. Y en ese carrusel de actividades que desarrollara, una sodería que llevara su nombre como marca en el orillo, que fuera distintivo de su preocupación. Un día buscó otro rumbo, por esas cosas del destino y su vida de eterno caminador de esos destinos que agregan adrenalina al andar, porque ciertas emociones dan colores especiales al espectro a veces opaco de la existencia. En esos especiales placeres de la vida, fue buen maestro el amigo Cachula. Y comenzó, como desde un principio, su tarea de lava coches. Primero, modestamente, en la calle Arenales, para luego, ya más afianzado, trasladarse a la Avenida Maya, donde hasta tenía un par de ayudantes para poder atender la cada vez más amplia clientela. La vida comercial, social y de cotidianidad seguía su curso, pero, lamentablemente su salud, que siempre lo tuvo sumido en cotidianas preocupaciones, comenzó a marcar con mayor energía su presencia. Muy fumador, en alguna oportunidad no tan lejana hizo un tratamiento en el C. I. C., que en un principio tuvo efecto positivo, pero el terrible daño a su físico ya había escrito las primeras y contundentes páginas de su lamentable historia. Y muchas veces por imperio de sus males, su jovial sonrisa se fue transformando en casi una mueca de dolorosa realidad. Y Rubén Osvaldo Carreira, el Cachula de la sonrisa jovial, comenzó a transitar el postrer sendero de su camino terrenal, y a los 61 años, cuando el primer día del mes de junio de 2014 comenzaba a anotarse en el actual calendario gregoriano, comenzó su viaje hacia el celeste espacio donde ha de morar ahora convertido en hermoso recuerdo. En los actos finales de su velatorio e inhumación de sus restos en el Cementerio Municipal, previa ceremonia religiosa a las 11 hs del lunes 2 de junio, el dolor de familiares, amigos y vecinos fue un pañuelo de adiós para despedirle.
Se nos fue Cachula, ese amigo que alguna vez nos llenó el alma de alegría y que hoy, desde el camino de las nostalgias, ha de visitarnos cada vez que una sonrisa se nos dibuje en la cara