Nuestras primeras notas sobre la actuación argentina en el mundial se referían a éxitos individuales de Messi, Di María e Higuain, sucesivamente, hasta que apareció “el equipo de Sabella” y nos “obligó”, con su sabiduría, a cambiar.
Pasados un par de días desde el momento que terminó la final con Alemania, miles de comentarios, conclusiones, suposiciones y elucubraciones de todo tipo se han tejido y se tejerán, respecto a la selección nacional; en muchos hay plena coincidencia, como por ejemplo, la actuación de Mascherano y el corazón del equipo y en otros no, es el caso de la táctica, y la actuación de los “cuatro fantásticos”. Por eso yo prefiero en esta nota rescatar algo que está por encima de todo eso, y tiene que ver más que nada con el concepto deportivo, humano y social que el entrenador argentino Alejandro Sabella , le transmitió, no solo a sus colaboradores y jugadores, sino que a través de ellos llegó a toda la sociedad argentina-
Y esto lo pudimos ver sintetizado en el pequeño discurso que el DT, ensayó durante la recepción que hizo la presidente en el predio de Ezeiza. Allí utilizó las frases con las que se subtitula esta nota. La idea de integración grupal, solidaridad, aliento mutuo, pensar en el “otro” y “dejar hasta la piel” en cada pelota, se pudo visibilizar de manera creciente, a medida que pasaban las eliminatorias, para terminar en una superlativa actuación, frente a un rival, Alemania, que no solo viene realizando un coherente y excelente trabajo previo, desde hace diez años, sino que para todo el planeta no argentino, era banca total y con “la fusta debajo del brazo”.
Más que nunca, las circunstancias, la eficacia y el cansancio físico, fueron decisivos a la hora del resultado final, la discutida infracción de Neuer a Higuain, el alevoso planchazo de Höwedes a Zavaleta a la altura de los testículos, sin duda para roja directa (¿se acuerdan de la plancha de De Joung a Iniesta en la final de Sudáfrica 2010?), esto para mencionar circunstancias de juego, las definiciones fallidas de Higuain, Messi y Palacio, tienen más que ver con la falta de eficacia y lo cual, en partidos tan “ajedrecísticos”, si fallás, lo pagás caro; finalmente el hecho de haber jugado un partido tan exigente contra Holanda, con suplementario y penales, y un día después del entrenamiento alemán contra unos muchachos de “camiseta amarilla” que terminó 7 a 1 a favor de los teutones y que en el segundo tiempo del mismo hacían de cuenta que estaban en el “spa” de un hotel de Baden-Baden.
Mientras tanto, Argentina, con humildad, sacrificio y juego en equipo, fue creciendo con el transcurrir del partido. Los cambios los decidió el técnico y por algo lo hizo, quizás Lavezzi estaba agotado después de su brillante actuación en el primer tiempo; posiblemente confió más en la sagacidad de Agüero, para exigir a los defensores rivales, aunque esto solo se vió en el inicio de la actuación del Kun y la inclusión de Gago por un cansado Enzo Pérez, tienen que ver también con la búsqueda de un socio para Messi, nuevamente cercado por las marcas germanas.
Los volantes y los defensores fueron absorbiendo todos los intentos alemanes, a pesar de la excelente triangulación y movilidad de Müller y Özil y del empuje desde el medio que generaban con su gran manejo del balón y cambios de frente Bastian Schwainzteiger y Tony Kroos. Lo más difícil de resolver eran las subidas del lateral derecho Philippe Lahm (de quien ya dije que para mí, es el mejor del mundo en su puesto ).
El empate estaba clavado, pero una pelota mal resuelta en línea de volantes, un retroceso sin piernas y por ende desprolijo, le permitieron al talentoso Götze, capitalizar el centro de Schürrle, “matarla” con el pecho y vulnerar al correcto “Chiquito”Romero-
No quedaba tiempo, salvo para ese tiro libre fallido de Messi sobre el final.
Festejo alemán, tristeza argentina; esto es fútbol.
Es obvio el dolor de los jugadores argentinos, habiendo estado tan cerca del triunfo, pero el ejemplo dado por su técnico, que aún en los errores, tuvo la grandeza de corregir y mejorar, siempre en función del todo, ejemplo que se pudo ver en el liderazgo de Mascherano, nos indican que hay un camino acertado a seguir, donde el grupo prevalezca sobre la individualidad, la humildad sobre la soberbia y el “dejar la piel” sobre el “arrugue”.
Aguante Pachorra, el espectáculo debe continuar y nuestros leones están más vivos que nunca.
Daniel Lombardo