No vamos a hacer apología de un suicidio. Tampoco de la soledad, la salud, ni de las variadas causas que un hombre en esa situación pudiera tener para tomar la extrema decisión de quitarse la vida. Lo cierto es que el vecino Jorge Pallotto, de 71 años, domiciliado en Balcarce 309 de esta ciudad, bajó el telón de su existencia, dejando tan solo unas breves líneas en las cuales pedía perdón por su acto, saludaba a sus familiares y partía con la convicción y casi alegría de ir a reunirse con sus queridos padres.
Lo encontró su sobrino Juan Cassaniti, que fue a visitarlo dado que hacía algunos días que no lo veía. En una de las habitaciones de la casa se encontraba sobre el piso Pallotto en medio de un charco de sangre y a su lado una escopeta. Se había pegado un tiro que nadie escuchó, no lejos de allí su póstuma carta.
ESTABA MUY ENFERMO
Todo indicaría que Pallotto se encontraba enfermo, tenía dos tumores en el cuello que presumía eran de gravedad. Era un hombre solo que se crió en el campo, por la zona de El Séptimo donde vivía con sus padres. Las inundaciones los trajeron a la ciudad, fallecieron sus progenitores, y siguió morando en la casa de la calle Balcarce, ya jubilado, siempre en la rutina de sobrevivir, sin mayores alegrías ni satisfacciones, tal vez madurando la idea de un rápido y pronto final, sin valor para afrontar, sin la necesaria contención familiar, de un futuro que para él era irreversible.
Deja el recuerdo de su sencillez, de su bondad, de su trato afable y cordial. Era una buena persona.