No puede existir justicia, tranquilidad o certeza en un país donde los delincuentes reciben mejor trato que sus víctimas, en el que nadie puede defenderse de un ladrón en su propia casa, pero que el malhechor pueda demandarlos por agresión, y que si un policía mata a un forajido, incluso si este estaba armado, sea inmediatamente investigado por exceso de defensa propia, cuando no acusado de gatillo fácil.
Cuando los padres atacaron a los maestros sólo por hacer el trabajo en el que ellos fracasaron, al no saber disciplinar a sus ingobernables hijos. Cuando los mismos fueron sancionados por reprender a un alumno indisciplinado, únicamente lograron que empeorara su condición. Cuando los policías comenzaron hacer cursos brevísimos de cuatro o seis meses para graduarse de Oficial de Policía, ante la extrema falta para asegurar un mínimo orden social, no advirtiendo que de ningún modo el número no mejora la calidad del policía, porque eso se logra solamente mediante la capacitación y el profesionalismo, acompañado de una profunda vocación de servicio.
Hasta parece mentira que un pueblo tan cristiano como el argentino, donde tenemos la dicha de contar con un Papa conciudadano, nos estemos alejando de nuestra cultura católica donde los diez mandamientos se están convirtiendo en material risible y descar-table. La razón que esto ocurra parte de nosotros mismos, porque lamentablemente tenemos que dejar de considerarnos víctimas de la sociedad, o que otro tiene la culpa, cuando la realidad nos señala que por falta de preocupación y participación ciudadana hemos arribado a esta terrible y aterradora situación.
Para evitar males mayores ha llegado la hora de utilizar la discreción, la responsabilidad y el raciocinio que son sinónimos de sentido común, por la que nadie podrá acusarnos de perturbadores o turbulentos y elegir con criterio y discernimiento al personaje político que más sinceramente se comprometa en cambiar esta situación asfixiante en que hemos caído, con evidencias claras y documentadas ante esta población deseosa de vivir en paz, exigiéndole sólo una condición, cuando asuma el Poder que cumpla con lo prometido y pactado, que lamentablemente los políticos han dejado de cumplir por desidia y responsabilidad de nosotros mismos, no nos dejemos embaucar por políticos muy convincentes pero poco sinceros y honestos, nosotros ya sabemos y claramente quienes son los responsables de esta crisis, exijamos un trabajo digno y no una muy cómoda prebenda.
Todos estos consejos o advertencias razonadas con capacidad y actitud, pueden lograr sobreponernos a los problemas y a las dificultades que nos impone la vida. Solamente reconociendo las faltas, se podrán corregir los errores.
En caso contrario, únete a la mayoría y no hagas nada.
Guillermo Oscar Tous
Comisario General (r.a.)