Las estadísticas dicen que en Argentina mueren 8900 personas por año, teniendo en cuenta la última medición de 2013. A un promedio de 22 personas por día y 658 por mes. De esas casi 9000 víctimas, 2460 corresponden a la provincia de Buenos Aires. No existen estadísticas respecto a las víctimas fatales que se registran en cada ruta nacional, pero estamos en condiciones de afirmar que la Ruta Nacional Nº 5, la que precisamente pasa por Carlos Casares, es una de las que más accidentes y muertos contabiliza en el año.
Las causales son sin duda muchas y variadas, pero una de las más importantes tiene que ver, en el caso de la ruta 5, con la cinta asfáltica sumamente angosta y el intenso tránsito que crece día a día. Y es por eso que la noticia, que data de varios años atrás, referida a la construcción de una autovía llamada Luján – Carlos Casares fue recibida con júbilo por todas aquellas personas que usan esa ruta, ya sea en sus propios automotores o en los servicios públicos de pasajeros. Se hablaba de una autopista de cuatro carriles y colectoras hasta Bragado, y a partir de allí dos amplios carriles y colectoras hasta Carlos Casares. Incluso se había estimado su finalización para 2016.
Nada de eso ocurrirá, el proyecto «se pinchó», habiendo trascendido que sólo se limitará a prolongar la autovía Luján – Mercedes hasta Chivilcoy, por lo que los 150 Km. desde Casares a Chivilcoy, habrá que hacerlos con los mismos o más riesgos de siempre, ya que se ha dejado de hacer el adecuado mantenimiento de la ruta, la que está llena de pozos, montículos y desniveles que la hacen más peligrosa aún.
Decíamos en anterior nota editorial que es más cara una ruta que una vida. Que para los que manejan los números, en la ecuación costo beneficio no privilegian la vida. La prometida autovía que no se hará, significará más muertes, más hogares deshechos, más vidas jóvenes truncadas por culpa del fracaso y la inoperancia de quienes deben velar por la seguridad de los habitantes.
«Autovía Ya» era el eslogan de aquellos vecinos que preocupados por la triste y «sangrienta» realidad que nos conmueve día a día, bregaban por la pronta concreción de esa obra, que iba derrumbar las estadísticas que hoy nos agobian.
Bajar los brazos sería hacerle el juego a los necios. Sólo queda el pensar -parafraseando la realidad- que les han puesto un obstáculo más en la ruta por la lucha de la concientización y el sentido común. Arriar las banderas y entregarse sería como olvidarse de los que pagaron un duro tributo, dejando su vida en esa ruta. Por ellos vale la pena seguir, ¡desalentarse jamás!.