Lejos están aquellos tiempos en que los cheques eran dinero en efectivo, se los definía como una «Orden de pago revestida de las formalidades establecidas por el Banco Central de la República Argentina», que reemplazaba al dinero en efectivo, y que en caso de no tener fondos suficientes en cuenta, la sola denuncia policial hacía factible la detención del librador. A los tres cheques devueltos el banco le cerraba la cuenta al titular por orden del Banco Central y el sujeto quedaba imposibilitado por un año de abrir una nueva cuenta.
Todo eso pasó a ser ahora una paparruchada. Los bancos devuelven los cheques por todo tipo de causas, muchas inventadas por los mismos libradores para no pagarlos, ya sea con denuncias truchas de robo o extravío y demás excusas, y otras por los mismos bancos para «salvar» a los libradores, ya sea porque le falta una patita a una letra, la firma dudosa o el texto está escrito con faltas de ortografía. Algunos titulares de cuentas registran decenas de devoluciones y siguen librando cheques porque sus cuentas permanecen activas. Mientras tanto los comerciantes y vecinos en general, cada vez que agarran un cheque, salvo que sea de alguien muy solvente o conocido, saben que corren un riesgo enorme y tiemblan hasta que los acreditan.
Últimamente el firmamento casarense se ha tapizado de cheques sin fondos y aquí no ha pasado nada. Ni siquiera los abogados hacen juicios, sólo se limitan a tratar de amedrentar a los libradores con cartas documentos o avisos intimi-datorios, pero pare de contar. Los juicios duran una eternidad, los chicanean al extremo hasta que los deudores se cansan y pasan las deudas al debe. Así estamos. Solo cabe esperar que se vuelva darle al cheque la seriedad que tenía. Que sirva como se lo concibió para reemplazar al papel moneda y así evitar todos los trastornos que puede ocasionar el manipular el efectivo. Y no sólo para las personas físicas tienen utilidad e importancia los cheques, sino también para los gobiernos, algunos de los cuales, el caso de Uruguay, que ha dispuesto recientemente que en todas las transacciones inmobiliarias debe efectuarse el pago con cheques, a fin de que el dinero que forzosamente debe estar depositado en cuentas, pueda ser objeto de control impositivo.
Recuperar la confianza en el cheque sólo será posible si se aplica la ley y las reglamentaciones en toda su dimensión. Así como antes el valor de la palabra era sagrado y un apretón de manos sellaba un compromiso, el cheque debe volver a tener la misma fuerza, convirtiéndose como lo dice su definición, en una orden de pago, cuyo cumplimiento se da por sentado.