El sol de San Danieli de Friuli, en la Provincia de Údine, en el norte de la península itálica, el 28 de octubre de 1926 alumbró el primer día de vida de Guido Antonio Clara, alguien que tenía un destino de argentinidad en su vida. En 1931 con su madre Ana Canduso se vino para América y Carlos Casares, donde su padre Carlos trabajaba en la fábrica de productos lácteos de Melano y Pettigiani, fue su destino. Aquí el pequeño Guido correteó por las calles de un naciente Carlos Casares, hasta que en 1937 los Clara se afincaron en la recién constituida Colonia Santa María de Bellocq, en una chacra cercana a Centenario. Allí creció en los rigores del trabajo de sol a sol, donde con esfuerzo y sacrificio fue formando una posición. Y allí también constituyó su propia familia, cuando se casó con Nelly “Quica” Ávalos, unión que fuera bendecida con la llegada de sus hijos Ana y Carlos, que con el transcurrir de los años lo hicieron abuelo y bisabuelo, que llenaron de sol el otoño de su existir.
En el año 1962, luego de haberse vendido el campo en Santa María, Guido, Quica y sus hijos vinieron a vivir por la zona de Gobernador Arias, por un par de años, porque en 1964 compró una quinta en Carlos Casares donde se afincó definitivamente, dando con su presencia nombre a esa barriada. Sus tareas de apicultor que iniciara durante su estadía por Bellocq, siguieron siendo la razón de su vida, y logro de su sustento, con honradez, dignidad y no exento de sacrificio. Parecen escucharse aún los comentarios de “miel buena y pura como la de Clara”, que fue durante muchos años una definición de calidad.
A comienzos de 1990 fue elegido Presidente de la Filial Friulana en nuestro medio y un par de años más tarde llegar a integrar la Comisión Directiva de la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos de Carlos Casares, de la que fue activo y dinámico presidente en varias oportunidades hasta nuestros días. Dejando una huella de realizaciones, emprendimientos y hermosos recuerdos.
Con el paso del tiempo, ya con el peso de los años que, a pesar de su andar siempre dinámico y elegante, le imposibilitaban realizar ciertas tareas que habían sido su forma de existencia, comenzó a desprenderse de sectores de su propiedad, que fueron dando lugar al nacimiento de nuevos barrios, que lo tenían a “Don Guido”, como cariñosamente lo llamaban, como a uno de sus vecinos más emblemáticos.
Pero ese tiempo, al igual que la gota de agua que horada la piedra, va apagando de a poco el fuego de nuestras fuerzas físicas, sin apuro pero sin pausas y el tramo final de nuestro recorrido por la vida va mostrando esas falencias. Y llega un momento, como lo fue para Guido Antonio Clara el domingo 24 de agosto, en que ese camino llega a su fin. Y el Friuli y la pampa unidas por una vida de esforzado recorredor de la existencia, son solo un horizonte de adiós. Por eso el póstumo viaje hasta su última morada en el Cementerio Municipal, el lunes 25 a las 10 horas, fue un pañuelo mitad blanco, rojo y verde, de la enseña italiana y mitad celeste y blanco, de nuestra bandera, para despedirlo a Don Guido, un italiano representativo de su Friuli tan amado y lejano, pero un eterno agradecido de esta tierra argentina que lo abrazó para siempre.