Decía el célebre escritor y periodista británico G.K. Chesterton, Premio Nobel de Literatura, que el periodismo mercantil «es el arte de escribir al dorso de un aviso». Y muchos lo entienden así, tanto los periodistas que son funcionales a aquel que les da un aviso, o los empresarios y políticos que por el hecho de publicar un aviso en los medios, pretenden que estos devuelvan «la gentileza», siendo genuflexos o contra-prestando servicios.
Podríamos decir que éste que señalamos es un mal de la época. Vemos a periodistas o empresas periodísticas chillando porque tal o cual gobierno no «reparte» la publicidad en forma equitativa, y a gobernantes y políticos queriendo arro-garse el derecho de reclamar de la prensa un trato acorde a los beneficios que les brindan en materia publicitaria. Llegando los más necios a regular sus favores publicitarios de acuerdo a la contraprestación que reciben por parte del periodismo.
Son los mismos que se llenan la boca pregonando la libertad de prensa, cuando quieren manear a la prensa de la peor manera, intentando ahogarla económicamente al restringirle sus avisos publicitarios.
Son ejemplos que caben para el ámbito nacional y también para el local, donde también se percibe que en algunos sectores políticos pretenden el infame trueque de la publicidad por el favor periodístico.
El Oeste acaba de ser víctima de una situación análoga. Se le suspendió una publicidad de adhesión al Día de la Industria ya otorgada por una alianza política, porque -según dice quien lo ordenó, el concejal Fabián Perelló- no se le hacen notas o reportajes a los concejales de dicha fracción. Y aquí se desnuda lo dicho por Chesterton, pero a la inversa, no es el medio que para realizar una nota o reportaje exige un aviso publicitario, sino la agrupación que quita el aviso porque no existe una devolución acorde. Un aviso publicitario que encierra una intención de ese tipo, podría ser titulado de soborno. «Yo te doy el aviso si vos me hacés una nota», o «no te lo doy porque no me haces notas».
Podríamos decir entonces que el aviso de una página en adhesión al Día de la Industria que publicó el senador Omar Foglia, jefe de la agrupación política en la cual milita quien nos suspendió el aviso, lo ordenó porque le hacemos reportajes, cuando en realidad no es así. Simplemente las mentalidades son distintas. Eso los diferencia.
Es evidente que en algunos sectores de la clase política existe una gran confusión. Y no sólo en los encumbrados, aquellos que manejan poder y sus decisiones tienen peso, sino también en los que transitan por la política chica, pero claro está, tomando el ejemplo de sus mayores.
Para terminar digamos que ya es demasiado, no tiene sentido continuar un tema que deja expuesta una patología que no le hace ningún bien a la política.
No obstante como ya lo hemos puntualizado, invitamos a la reflexión, nadie está a salvo de cometer errores. Y reconocerlos es de personas de bien.