El «ya no se que hacer con la nena», o «veo a mi hija con todas las hormonas puestas», son frases comunes, esas y otras en el seno de las familias con hijos y en especial hijas adolescentes que apenas despuntan los 14 ó 15 años. En los últimos tiempos nos hemos hecho eco a través de denuncias policiales de numerosas fugas de hogar, chicas adolescentes que de buenas a primeras desaparecen de su casa sumiendo a sus padres en la angustia y la desesperación. Tales desapariciones los llevan a pensar en secuestros, y por qué no a la macabra acción de bandas de comerciantes del sexo que someten a menores a la esclavitud y a la prostitución. Pero en la mayoría de los casos, ¡a Dios gracias!, no es así. Se trata de fugas de hogar, en las que desafían las prohibiciones paternas, tentadas por noviecitos que las inducen a una escapada romántica que puede durar uno o dos días, o el tiempo que le lleve a la policía localizarlos. Muchos de esos casos son denunciados, otros no y son los más. Los padres prefieren la reserva e inician la búsqueda en base a indicios propios o datos que les proporcionan terceros, y si ven que les es imposible hallarlos entonces sí recurren a la denuncia policial.
Es evidente que esta problemática tiende a agudizarse cada vez más, sea por el temprano despertar de las adolescentes al sexo (las últimas escapadas son de chicas entre los 14 y 15 años) y también por las férreas trabas que se les impone para salir cuando ellas lo desean, o la prohibición de mantener una relación sentimental con personas mayores o no recomendables.
No vamos a incursionar en terrenos de la psicología familiar y menos aún en intentar instruir a los padres sobre como deben comportarse con los hijos e hijas adolescentes. Si en cambio deducir que el diálogo con los hijos es fundamental para que no se sientan solos e incomprendidos, y que luego decidan acciones extremas que llevan angustia y preocupación a sus padres, muchos de los cuales creen que es suficiente con el bienestar que rodean a sus hijos, cuando en realidad la relación va más allá, y tiene que ver con la comunicación y, como decíamos, el diálogo franco y sincero entre padres o hijos para evitar situaciones no queridas.