Unicamente los que ya peinan los 50 «pirulos», podrán recordar las películas del genial cómico argentino Luis Sandrini, un personaje tierno e ingenuo que hacía reir y llorar con la misma facilidad, un verdadero prócer del cine nacional.
¿A qué viene esto?, simplemente por recordar una famosa película de Luisito Sandrini dirigida por Lucas Demare titulada «La culpa la tuvo el otro».
Esa excusa ¿no es acaso la más usada por los políticos para cargarles las culpas a sus rivales?. Sería milagroso encontrar a un político, sea gobernante u opositor que reconozca sus culpas u errores. Por lo general la culpa la tuvo el otro, si una obra no se hizo es porque no fue capaz de hacerla su antecesor, y si no se hace la culpa es del que está, así ocurre y parece un deporte nacional. Y también local, no caben dudas.
Carlos Casares no es el de hace 50 años. Quien pueda haber sobrevivido este último medio siglo puede dar fe del crecimiento, la modernidad, y el enriquecimiento de nuestra comunidad en todos los aspectos. Tanto desde el punto de vista educativo y cultural como en materia de salud, infraestructura urbana, acción social, servicios, etc. Ya no somos un pueblo de campo que carece de todo, que la única salida al progreso es emigrar hacia ciudades más importantes, tal vez por aquello que «Dios está en todas partes pero atiende en Buenos Aires».
Hoy Carlos Casares es una ciudad pequeña que lo tiene casi todo, con escasas carencias, y una de ellas toma cuerpo en la mentalidad de nuestros políticos, que por enarbolar continuamente el latiguillo de «La culpa la tuvo el otro», desperdician la oportunidad de hacer cosas en común, de resignar mezquindades y pensar positivamente en función del bien común, dejando de echar las culpas a los demás.
En los últimos tiempos, especialmente ante la alternancia de gobiernos de distinto color político, hemos asistido a una puja de pasarse la factura los unos a los otros, como si los vecinos formaran parte de una tribuna idiota que asimila todo lo que ellos dicen.
Cuanta razón encierra la famosa frase «la única verdad es la realidad». Lo que se ve es lo que vale. Echarle la culpa al otro por aquello que no se hizo es un poco como escupir para arriba. ¿Por qué no lo hicieron ellos cuando pudieron hacerlo?.
Lo peor es que ese tipo de actitudes políticas, esa estrategia de pellizcar votos echándole la culpa al otro, es como el bumerang, irremediablemente vuelve al mismo lugar.
La culpa no la tuvo el otro, la tienen todos.