Con el proceso de araucani-zación , la religión de los indios de la pampa fue tomando las tradiciones de aquellos. Así , el dios principal pasó a ser Nguenechén, creador y controlador del comportamiento de la gente. Se lo invocaba con rezos matinales y por eso se le hacían tantas ofrendas cuando alguien moría.Ellos pensaban que después de la muerte, el alma se iba hacia el País de los Muertos, al otro lado de la cordillera. Como creían en la vida en el más allá, a los muertos los sepultaban con alimentos, y en el caso de los hombres con armas y aperos, además el cuerpo era vestido con sus mejores ropas y alhajas para que llegara dignamente vestido al País de los Muertos. Según Miguel Angel Palermo en “ Los Indios de la Pampa”. En esta religión eran muy importantes los “machis” o mal llamados brujos, en su mayoría eran mujeres y se encargaban de hacer de intermediarios entre la gente y el dios, además curaban, entablillaban quebraduras, cicatrizaban heridas, conocían hierbas medicinales y usaban la magia para alejar el “gualicho”, considerado el mal, cantando canciones al compás del kultrun (tambor).
El antropólogo Carlos Martínez Sarasola, sostiene en su obra “Nuestros Paisanos Los Indios”, que para los mapuches, la ceremonia por excelencia era el Nguillatun o rogativa, donde se reúne una pluralidad de elementos de la cosmovisión mapuche. No había ceremonia sin el sacrificio de animales (yeguas o potros ) para hacer correr la sangre sobre la tierra, aunque en los últimos tiempos se abandonaron los sacrificios humanos, como sucedía antes, cuando un cacique moría, sacrificaban a sus mujeres, (recordemos que los jefes eran polígamos)
El Nguillatún
Así describe Martínez Sarasola el Nguillatun: “El objetivo de la ceremonia es pedir a Nguenechén el bien y la fertilidad de la tierra, los hombres y los animales; la ceremonia se realiza una vez al año, por lo general entre febrero y marzo.
El cacique hace la convocatoria que está referida a su comunidad y eventualmente a otros grupos y/o amigos.
Como protagonistas principales deben citarse a los pihuinchenes o abanderados, adolescentes de trece o catorce años; a calfumallen o doncellas de ojos azules, vírgenes; los bailarines del loncomeo, en general dos grupos de cinco; la Machi; los intérpretes ( un hombre y dos mujeres ) del kultrún, instrumento de percusiòn de carácter sagrado; cuatro mujeres que ruegan durante las evoluciones de los pihuinchenes y un anciano que es el portador del símbolo de la dinastía.
El espacio es abierto, amplio y está sacralizado.. En el centro (círculo mágico ) se erige el rewe o árbol cósmico, con sus escalones que simbolizan los distintos pisos del universo mapuche. En homenaje a la mapu:tierra.
El rewe es el puente que la machi utiliza para sus estados de trance o para establecer la relación de los hombres con lo sobrenatural.
Se instalan los grupos participantes en improvisadas rucas (casas) y la ceremonia comienza cuando el cacique y sus principales guerreros cabalgan al amanecer del primer día, luego de lo cual se hace la rogativa., pidiendo la lluvia para los cultivos y la fecundidad para los hombres y los animales..
El mismo grupo se dirige hacia el sol con vasos de madera conteniendo musai (agua y trigo fermentados ), que luego vierten en la tierra.
Más tarde comienza el Loncomeo o Baile de la Cabeza, ejecutado por jóvenes entrenados desde niños.
Luego de tres días derogativas, el Nguillatún finaliza con una comida comunitaria después de una cabalgata y un purrum (danza ) de mujeres.
El Nguillatún está en el centro de la cosmovisión mapuche y después del desastre de la ´pérdida y ocupación de sus territorios fue una posibilidad de reunión de los que estaban desperdigados.
A través de la rogativa, los mapuches iniciaron un camino de resistencia cultural. Y actualmente lo siguen practicando.
Prof. Daniel Lombardo
LAS QUE ROMPIERON EL MOLDE
Martina Chapanay, bandolera y montonera
Mientras Europa delineaba su nuevo mapa con las unificaciones de Alemania e Italia y el proceso industrializador consolidaba sus aspiraciones impe-rialistas, bajo el liderazgo y de Inglaterrra y la emergente EEUU, en nuestro paìs, los antiguos unitarios , se regodeaban con las sucesivas derrotas de las segundas montoneras federales .
Así fueron vencidos, prófugos y asesinados el Chacho Peñaloza, Felipe Varela, López Jordán y muchos caudillos regionales y valientes montoneros más. Eliminada “la barbarie”, quedaba el camino expedito para “la civilización”, si nos basamos en la dicotomía sarmien-tina.
Pero todavía quedaban muestras de valor entre los “vencidos” y si provenían de una mujer, más significación cobraba, aunque la historografía oficial tratara de ocultarla.
Es el caso de Martina Chapa-nay, rescatada entre otros investigadores por Felipe Pigna en “Mujeres tenían que ser”, págs. 340, 341 y 342.
Esta sanjuanina había nacido con el siglo XIX, en Guana-cache. Fue hija de Ambrosio Chapanay, uno de los últimos caciques huarpes, y de Mercedes Gonzáles, una cautiva blanca. Huèrfana muy pequeña, debió arreglárselas como pudo y siendo muy joven aún, decidió apoyar al Gral. San Martín en la preparación del ejército libertador. A los 22 años conoció a Agustin Palacios, quien en adelante sería su compañero, hombre cercano a Facundo Quiroga “el Tigre de los Llanos”. A pesar de la muerte de su compañero en la batalla de La Ciudadela de Tucumán, ella siguió junto a Facundo hasta su muerte (l835 ). De regreso a San Juan, se encontró con que su vivienda había sido saqueada y decidió usar su experiencia para el bandidaje rural, convir-tièndose en una Robin Hood en versión femenina, por su ayuda hacia los más pobres, tal cual lo relata el historiador Hugo Chumbita.
Se sumó a las fuerzas del caudillo Nazario Benavídez y después de su muerte, se fue a pelear junto al Chacho Peñaloza, hasta que fue derrotado por las fuerzas mitristas y su cabeza expuesta en una pica en la plaza de Olta (La Rioja ). Tras la derrota, algunos montoneros se incorporaron a los ejércitos nacionales de línea, y ese fue el caso de Martina, con el grado de sargento mayor. Allí conoció al mayor Pablo Irrazábal,, a la postre el ejecutor del crímen del Chacho; “lo estudió de arriba abajo y lo retó a duelo, pero el valiente represor mitrista rehusó el ofrecimiento, allegando una descompostura” (Pigna, Felipe, ob cit. ).
Volvió a las montoneras, junto a Severo Chumbita, seguidor de Felipe Varela y por esos caminos polvorientos y los refugios de montaña, su imagen se fue convirtiendo en leyenda hasta que la encontró la muerte en l887. Su tumba en Mogna , departamento de Jáchal, sigue siendo un lugar de culto