Con motivo del centenario de la localidad de Moctezuma, investigando su evolución poblacional a través de los años, hemos tenido acceso a datos de la localidad de Mauricio Hirsch que en realidad asombran. Como ya lo hemos reflejado en distintas crónicas, la pequeña localidad del norte de nuestro partido ha experimentado en los últimos años, seguramente luego de quedar conectada por la ruta 50, un leve crecimiento que se insinúa día a día en el accionar de algunos de sus habitantes, los que con la clara intención de revitalizar ese mítico pueblo del interior casarense, aspiran a convertirlo en un polo de atracción que convoque a propios y ajenos, ya sea por ofertas gastronómicas, hotelería y otras propuestas también orientadas a la radicación de vecinos que busquen un lugar apacible, muy cercano a nuestra ciudad, comunicado y sin los problemas habituales que hoy afectan a los pobladores de los conglomerados urbanos más importantes.
PERDIÓ CASI LA TOTALIDAD DE SU POBLACIÓN
En la Guía Anuario Sarmiento editada en 1937 dedicada al partido de Carlos Casares, Mauricio Hirsch figura, créase o no, con una población de 2900 habitantes, con grandes almacenes de ramos generales y otros (12 en total), Estación de Ferrocarril, Delegación, Destacamento de Policía, Estafeta Postal, Comisión de Fomento, Escuela, servicio de colectivo, hotel, herrerías, carnicerías, panaderías, barberías, tiendas, carpinterías, oficinas de compradores de hacienda, galpones de contratistas, confitería, pollería, talleres de electricidad y reparación, ferretería, el club y una gran producción agropecuaria. De esos 2900 habitantes que poblaban sus calles y le daban vida a ese pequeño centro urbano, sólo han quedado 76 según el último censo de 2010, pero como antes acotábamos se observa un crecimiento de la localidad, acaso la única del interior casarense que lo experimenta.
El tiempo dirá si Mauricio Hirsch resurge de las cenizas y asoma a un futuro distinto para convertirse en una suerte de country, el paraíso soñado que tantas personas buscan para alejarse del ruido y de los males que aquejan a las modernas urbes.