Carlos Gustavo Anito, al que todos conocían por «Pino», dejó de existir el domingo 2 luego de sufrir una lamentable y prolongada dolencia que se lo fue llevando de a poco.
Pero antes de que las garras de esa enfermedad lo apartaran de este mundo, «Pino» era un cascabel que iba por la vida derrochando alegría y juntando afectos, viviendo como a él le apasionaba, en rueda de amigos, escuchando música, disfrutando de la noche joven de Carlos Casares, a la que se incorporó como obrero del disco, ya que en ese entonces no había CD, convirtiéndose en un disc jockey de primera, venerado por la juventud de entonces, que en la bailable Aquelarre moría por tener el privilegio de lograr entrar a la cabina donde «Pino» trabajaba.
Pero no todo fue diversión en la vida de «Pino», quien se ufanaba siempre de ser un «letrado», y decía que mucho antes de tomar su primer biberón ya iba a la escuela. Es que «Pino» había nacido precisamente en la Escuela Nº 2 donde su padre Santos Anito era portero y vivía allí con su familia.
Como todo llega en la vida, un buen día «Pino» decidió formar una familia, premiándolo la vida con tres hijos, Federico, María Vanina y Nicolás, y siguiendo la tradición paterna comenzó a trabajar como portero en la Escuela Nº 3.
Y cuando parecía que su felicidad era total, fue atrapado por una penosa enfermedad. El resto es triste, muy triste, es preferible quedarse con aquella imagen del pibe bueno y alegre al que todos llamaban «Pino», aquel que hacía bailar a todo el mundo y era el Rey de la Noche.
El inmenso dolor que provocara su partida y una prueba de los muchos afectos que había ganado en su paso por la vida, lo dieron la importante cantidad de personas que acompañaron su partida, a pesar de las inclemencias del tiempo.
Sus restos fueron inhuma-dos el lunes 3 a las 11,30 hs. en el Cementerio Municipal, previo responso en la Iglesia parroquial de Ntra. Sra. del Carmen.