La imprudencia en las rutas asesinas, deja familias sin padres, sin hijos, trunca vidas, deja en el camino futuro e ilusiones. Esta vez fue un chico de 16 años, un humilde trabajador que vino de su Chaco natal a la estancia La Dorita (otros decían El Broquel) a trabajar. Ezequiel Leopoldo Avila se llamaba, y dejó la vida en la curva del km. 309 de la ruta 5, en las inmediaciones de la quinta que fuera propiedad de Roberto Mouras.
CHOCAN DE FRENTE
La imprudencia marcó el destino de ese chico chaqueño que en su moto regresaba el martes a la estancia, luego de haber concurrido a una confitería local. Eran las 10 de la noche, cuando una camioneta Toyota Hillux blanca doble cabina que circulaba en dirección a nuestra ciudad, conducida por Héctor Pallota, de 52 años, domiciliado en Capital, a quien acompañaba su familia pasó en plena curva a un camión, sin advertir que por la mano opuesta circulaba la moto «Motomel» 110 cc. conducida por el chaqueño Avila.
UNA BOMBA
Decir que el impacto fue similar al de una bomba no es exagerar. La moto se incrustó en la camioneta y se fue destrozando, para quedar los pedazos diseminados en los 100 metros que recorrió la camioneta hasta detenerse. El joven Avila murió en el acto, de su cuerpo quedó apenas un guiñapo de restos, verlo era escalofriante. Luego el conductor de la camioneta diría que la moto circulaba sin luces, lo que no lo exime de culpa alguna si es que se comprueba que pasó al otro vehículo en plena curva. Los peritajes lo determinarán con precisión.
Una historia más con final trágico. Un chico nacido en una pequeña localidad del lejano Chaco que vino a estos fértiles campos en busca de oportunidades.
Quiso la casualidad que unos diez días antes del accidente un cronista de El Oeste conversara en la vereda de SEVEN con Ezequiel Avila y varios jóvenes paraguayos que también trabajaban en la estancia. Estaban contentos, fascinados con Casares, sus chicas y sus lugares, nos hablaron de sus pueblos y de sus familias. Ezequiel había dejado su moto enfrente y se fue rumbo a la estancia. Cuesta creer que ya no esté.