El intendente Torchio como todo buen funcionario oficialista, cuando puede viaja por Aerolíneas Argentinas «siempre en lo más alto». Decidió ir unos días a Miami con su esposa Andrea, y sacó los pasajes con anticipación.
Llegaron al aeropuerto, se dispusieron a ingresar al avión, previo haber despachado sus valijas, pero, para ellos no había asientos. El avión había sido cambiado y contaba con varias filas menos, por lo que fueron ingresando los pasajeros por orden de aparición, y cuando llegaron Walter y Andrea todos los asientos habían sido asignados.
Se quedaron afuera, lograron recuperar alguna valija, pero otra no.
Resignados retornaron a su departamento dispuestos a quedarse en Buenos Aires y hacer huevo y shoping.
En eso los llama el agente de viaje y les dice: «¿Por qué no se van a París?, tengo dos pasajes para la tarde, vamos, anímense…
Lo hablaron, se sacaron la mufa y finalmente se decidieron.
¡Oh París!, la ciudad luz, el rincón de los artistas, la belleza y el amor…
Que te cuento que hacía 2 grados, un frío mortal, llovizna y que se yo, pero era París, con sus luces, sus callecitas y monumentos, su magia y esplendor.
Torchio, que en Miami habla mejor el inglés que un lord, en París decía oui, bonjour y au revoir, pero de todas maneras se hizo entender y lo pasaron bomba. Eso sí, no pudo tostarse.