La casa pertenecía a la familia Thompson, ubicada en calle Brandsen entre Maipú e Yrigoyen, frente a la casa que fuera del médico Aramovich considerada Lugar Histórico.
En esa casa, la de los Thompson, vivía el conocido vecino al que le decían «El inglés Thompson», hijo de una adinerada familia irlandesa luego venida a menos. Thompson fue reconocido productor de seguros, padre de Luisito y Licha, esta última casada con el militar Felipez, emparen-tados a las familias Ordoqui y Oteiza. En esa familia estuvo Victoria Rivarola, primera maestra casarense. La casa lucía en todo esplendor, espejos y vidrios biselados, pisos de roble de Eslavonia, molduras de inspiración francesa, muebles de estilo, todo a tono con la prosapia de sus ocupantes, que con el paso de los años y la falta de mantenimiento, fue decayendo hasta quedar semiderruida. Se comentó en algún momento que esa propiedad fue vendida y que quién la compró podría demolerla.
Y TAL VEZ SE ENCUENTRE CON UNA SORPRESA…
Cuenta una leyenda, que como todas las leyendas encierra su cuota de misterio y de dudas sobre su verosimilitud, que allí, bajo los pisos semihundidos de esa casa se encontraba enterrado «un kilo de oro», al parecer aún no hallado. La leyenda no dice quien lo enterró ni por qué, pero estaría allí, porque las ratas no comen oro, y los herederos de la familia no lo habrían encontrado. Tal vez cuando caiga la piqueta sobre esa tradicional e histórica vivienda que supo de brillos y oropeles, de sueños princi-pescos y abolengo añora-do, se devele el gran misterio. Un «ladrillo de oro», pequeño tesoro, espera al afortunado que lo halle. ¿Será un albañil al que le cambiará la vida, o su dueño actual que así podrá amortizar el precio de la propiedad?. Sea quien fuere quien lo encuentre, el oro es oro, alimenta sueños, edifica ilusiones y genera fantasías. Si eso sucediera caería una de las últimas leyendas de un Casares que ya se fue.