Quien cabalga en la vital pradera
en corcel de honor y decencia,
va escribiendo páginas que serán mañana
espejo y camino, consejo y huella…
Quien dibuja con su andar ejemplos
para que sus hijos le sigan la senda,
será por siempre orgullo genuino,
que los guiará como una bandera…
José Antonio Rodríguez, Baby para el cariño popular y Gordo, para sus seres mas cercanos fue jinete de brioso corcel de honesta y decente estampa, recorriendo la pradera de la vida. En ese andar fue sumando ramilletes de recuerdos que lo perdurarán en el tiempo, como esa herencia que es la suma de sus hechos.
Muchos años, con capacidad y solvencia, se desempeñó como Secretario del Juzgado de Paz escribiendo una historia de solvencia moral y honesta hidalguía, que al final del camino le dieran el pendón de jubilado.
Este hijo del recordado y querido “Gallego”, José María, un día formó su hogar con la docente Marta Miguel, su compañera de toda la vida, que fuera bendecido con 4 hijos, que fueron su orgullo y que le regalaron un puñado de nietos, para que alumbraran con su luz de amor, el otoño de su vida. José, Martín, María Marta y María Laura, son la raíz que prolonga en sueños su existencia.
Como le navegaba en su sangre el orgullo de ser de la gente de Alem e Yrigoyen, como su hermano Néstor (y luego se hija María Laura), fue Concejal Municipal. Y en algún momento de su andar por la vida, también fue comerciante, en el ramo de Plomería y Ferretería, aunque por corto espacio de tiempo.
Cuando, ya jubilado, parecía que tenía todo el tiempo para Marta, sus hijos y sus nietos, la vida, a través de algunos problemas de salud, que se fueron complicando con el andar de la existencia, lo puso a prueba, en duras batallas, que él, gallego porfiado al fin, enfrentó con entereza y poniéndole el pecho. Hubo duros momentos de los que su vitalidad y ganas lo hicieron salir airoso, pero dejando jirones de su plenitud en cada una. Esa porfía se fue prolongando en el tiempo y en ella el bueno de Baby, José Antonio Rodríguez, comenzó a recorrer el tramo postrero de se existencia. Cuando el año 2014 finalizaba, otra vez la salud comenzó a jugarle una mala pasada, que lamentablemente sería la última. Cuando el año 2015 recién comenzaba y enero había gastado del nuevo calendario sus primeros 17 días, el tiempo de José Antonio Rodríguez llegaba a su fin.
Era sábado, y ese guerrero luchador y porfiado con la enfermedad, vio caer su escudo y perder su espada victoriosa de cien batallas y cuando contaba con 79 años de edad, comenzó a recorrer los celestes espacios donde habitan los más hermosos recuerdos, resumen del andar por la vida y que nos permiten volver cada día a reencontrarnos con los seres queridos a través de la nostalgia, la añoranza y los sueños.
Todo ese dolor que su ausencia despertó en sus familiares, amigos y vecinos, y el tiempo que también lo lloró con lágrimas de lluvia hasta el momento de su postrer viaje, se vio reflejado en su velatorio y en la inhumación de sus restos en el Cementerio Municipal el domingo 18 a las 11,30 hs., previo responso religioso rezado en la Iglesia parroquial Nuestra Señora del Carmen.