Tomando como fuente el relato de los tres colonos que más escribieron al respecto: Marcos Alpershon, Demetrio Aranovich y Boris Garfunkel, podríamos decir que la llegada a la estación Carlos Casares fue muy desagradable para la enorme cantidad de familias que descendieron del tren y debieron esperar varias horas para que llegaran las carretas que las transportarían a la colonia.
Según relata Marcos Alpershon, era fines de agosto de 1891 cuando, a pesar de las esperanzas que el Dr. Loewenthal les había dado cuando entrevistó a los colonos en el hotel de inmigrantes, el desasosiego cundía y en algunos casos el hambre también, ya se habían consumido las pocas provisiones que tenían y no había negocios cerca de la estación para comprar alimentos, solo un par de boliches donde se bebía y se jugaba a las cartas y cuyos parroquianos no dejaban de asombrarse al ver las vestimentas de los nuevos colonos, además de mirar con más énfasis a las mujeres.
Tanto a Alpershon como a Garfunkel, les llamó la atención las características de las carretas, tan altas, con grandes ruedas y tiradas por seis caballos que aparecieron detrás de unos pastizales luego de varias horas de espera, más aún cuando les entregaron galletas para saciar el hambre.
Apiadados de ver la difícil situación de los inmigrantes, los gauchos que acompañaban al administrador, mojaron las duras galletas para que los niños las pudieran comer .
El administrador de la colonia Mauricio, señor Gerbel, acompañado por el ingeniero ítalo-judío Augusto Terracini, junto a un grupo de gauchos organizaron el viaje hacia Algarrobos de las trescientas familias que , ansiosamente , los estaban esperando.
Cabe aclarar que el administrador Gerbel, era un judío converso, que con el correr del tiempo tendría serios inconvenientes con los colonos; mientras tanto, el ingeniero Terracini realizaba tareas de mensura y amojonamiento.
Fue Terracini, quien luego de tomarse unas copas en el “boliche”, organizó a los colonos, ubicando a las mujeres y los niños en las carretas, mientras los hombres debían hacer caminando los más de 15 km. que los separaban de la colonia.
El grupo en el que se encontraba Marcos Alpershon no era el primero en llegar, ya que unos días antes, lo habían hecho otras familias, pero este viaje tuvo la particularidad que un terrible viento pampero los azotó en la mitad del recorrido, generando pánico e incertidumbre.
El relato de Marcos Alpershon
De la lectura del libro “Colonia Mauricio” de Marcos Alpershon, se desprende una situación de irritabilidad y sensibilidad tal que hasta los inconvenientes más comunes se transforman en duros escollos para los susceptibles inmigrantes, sin desconocer el hecho del durísimo impacto que significaba llegar a tierras tan lejanas como extrañas y en las condiciones que lo hacían.
Por lo dicho no llama la atención el relato dramático, cuando escucharon a los gauchos, muy bien montados, pronunciar la palabra “pampero”, con preocupación, de hecho un fuerte viento, seguido de ráfagas de lluvia, hizo perder el rumbo a esa masa informe de hombres a la deriva, en medio de los pastizales de nuestra pampa húmeda.
Disipada la tormenta y arribados a la colonia, se encontraron con un nuevo problema: la falta de viviendas, pero en este punto la responsabilidad ya no era de la administración. el dr. Loewenthal lo explicó claramente cuando se entrevistó con los colonos en el hotel de inmigrantes. lo que había sucedido es que se apresuraron en salir de las llamadas ”Zonas de Residencia “ en la lejana Rusia. Este apresuramiento se debió a las terribles condiciones en las que se encontraban debido a los “progroms”. , y la presión que ejercían los gobiernos de los países, donde esperaban embarcarse, para que emigraran cuanto antes. pero en la Argentina todavía no estaba dispuesta la infraestructura mínima para recibirlos, pues el Dr. Lowenthal concretó la compra del centro agrícola Alice calculando que los primeros colonos arribarían a principios de 1892 y no que se iban a adelantar medio año, con lo cual se alteraba cualquier cálculo y por eso surgieron las improvisaciones a las que se hace referencia a continuación. Por esos motivos los colonos que llegaron en el vapor Tiyuca o Tioko, como también lo llamaban, al no tener viviendas, debieron alojarse en una gran carpa, para mitigar la lluvia y el frío.
De la crónica de Boris Garfunkel
A principios de setiembre del mismo año, llegó un nuevo grupo, integrado por 220 colonos ( 110 varones, 49 mujeres y 61 niños ), transportados desde Europa en el vapor Petrópolis. En este grupo viajaba otro de los cronistas históricos de la colonia Mauricio, me refiero a Boris Garfunkel, descendiente de una familia de judíos empobrecida, pero que supieron tener una buena posición económica, cosa que iba a lograr recuperar para él y sus descendientes, ya que tiempo después, fue el fundador de la reconocida empresa de electrodomésticos BGH ( Boris Garfunkel e Hijos ). En sus memorias Garfunkel comenta de manera menos dramática que Alpershon, las contingencias del viaje; primero, porque su travesía fue más tranquila y segundo porque ya la administración había tomado más recaudos. Prueba de ello es que ni bien llegaron en tren a la estación Carlos Casares fueron alojados en un vagón de ferrocarril, donde , a la mañana siguiente, fueron transportados en esas grandes carretas, que les llamaban tanto la atención por ser tan diferentes a los llamados “carros rusos”. Además ya se habían conseguido muchas carpas para alojar a los futuros colonos y el clima primaveral colaboraba para ver el futuro con algo más de optimismo.
La visión de una historiadora
Como lo relata la profesora Susana B Sigwald Carioli en su obra “Colonia Mauricio, génesis y desarrollo de un ideal”, que nos ha servido como fuente bibliográfica prioritaria para desarrollar este informe; “así, confiados en un futuro inmediato, ávidos de vivir lejos de toda zozobra y extasiados con la naturaleza pródiga que les rodea, no sienten las dos horas de viaje hasta el lugar donde se encuentra la administración de la colonia.
Allí se enteran de que sus chacras son campos aún sin delimitar, que sus casas son solo carpas ubicadas en la Alice a unos cinco kilómetros de donde se encuentran y que la prosperidad futura es algo que no se les va a regalar sino que deberían conquistar.
Se producirá así una extraña eugenesia. solo los fuertes de espíritu completarán la obra y verán alcanzadas las esperanzas iniciales, pues es ésta una tierra que se les brinda pródiga a aquellos que logran persistir en su voluntad de poseerla”.
Apostillas
Marcos Alpershon titula “los impuros y su hedor” a un capítulo en su libro “colonia Mauricio” donde describe a los tmeim, (impuros según las leyes morales del judaísmo. Eran hombres y mujeres con ropas atractivas y finos pañuelos de seda, que detrás de la reja del hotel de inmigrantes , trataban de convencer a los judíos que habían sido vendidos como esclavos y que ellos los ayudarían a librarse.. en realidad eran polacos judíos dedicados a la prostitución que con ese argumento lograron convencer a algunas familias con mujeres jóvenes e hijas adolescentes, llevándoselas hacia donde ya no había retorno.
Prof. Daniel Lombardo