Integrante de la familia nuevejuliense relacionada con quien fuera el Cardenal Eduardo Francisco Pironio, llegó, en plena juventud, a Carlos Casares Aníbal Héctor Pironio. Ligado por lazos familiares con Ángel Baldrés, miembro de una tradicional familia casaren-se, se conchavó como empleado de la recordada Casa Folch, desempeñándose en la Sección Repuestos, donde, incluso, comenzó a desarrollar su actividad de reparar distintos elementos y maquinarias del uso diario hogareño.
Formó un hogar que fue bendecido por la llegada de una hija que lo hiciera abuelo y bisabuelo, pendones de gloria y honor que adornaron de orgullo sus últimos años.
Un día, con afán de independencia y nuevos horizontes, habiendo cumplido con satisfacción la etapa de empleado, comenzó a transitar nuevos caminos, emérito de la tarea de estar tras un mostrador, pero emprendedor de la nueva actividad que con un maletín de herramientas lo llevó por distintos y numerosos hogares de nuestro medio a solucionar problemas y realizar reparaciones, principalmente en máquinas de coser y balanzas de distintos modelos y tamaños. Tarea que complementaba en un espacio que había construido en su vivienda de la calle Dorrego casi Monseñor D Andrea. Y con su Gordini, luego transformado en R 6, se lo solía ver a diario recorrer calles casarenses, llevando como compañera la alegría y la sonrisa. Siempre con una frase optimista, con una chanza a flor de labios y la responsable actitud de hacer su tarea con seriedad y eficiencia.
En los momentos de descanso de la tarea diaria, cuando la noche invitaba a reuniones de amigos o tertulias peñeras y públicas jornadas donde, muchas veces se presentaban aficionados y artistas locales, Aníbal Héctor Pironio demostraba sus condiciones de buen decidor, recitando sentidas poesías, que siempre recibían el reconocimiento del aplauso de los presentes.
Así, con el andar con la prisa necesaria para recorrer el camino de la vida y sin pausas, como para no quitar sensaciones a ese “marchar parejo de no cansarme”, como dijera Atahualpa, fue transitando el sendero, que casi centenario, lo tuvo como protagonista. Sendero que en el postrer recorrido, pasó su factura de años y salud, y el bueno de Aníbal, con ausencias de tiempo y carencias de físico, los debió pasar en un Geriátrico, para tener permanentemente la diaria atención y medicina que sus males reclamaban.
Y casi como el nogal de la canción “centenario ya”, el último día del mes de abril de 2015, con 91 años de existencia sobre sus cansadas espaldas, este amigo de los amigos, reparador de elementos de uso cotidiano, decidor de poesías y concurrente a peñas y espectáculos populares, dio su último suspiro y emprendió, tal vez con el mismo ímpetu y decisión que en su andar por la vida, el comino por los celestes espacios de los recuerdos, de donde cada vez que nuestra nostalgia golpee la puerta de la añoranza, nos ha de venir a abrazar en el cariño sin olvidos.
El gran dolor que su partida provocara, se vio reflejado en el acto de su velatorio y en la inhumación de sus restos, el 1º de mayo, día en el que el trabajo, actividad que tanto honrara, hace un alto, a las 10 hs. en el Cementerio Municipal, previo responso religioso en la Iglesia Parroquial, Nuestra Señora del Carmen.
Que Dios de a su alma el eterno descanso y que el destino nos acerque a través de la memoria sus hermosos recuerdos.
- D. O.