No son demasiados los monumentos y reliquias históricas que atesoramos los casarenses. Uno de ellos, emblemático por cierto y que tiene que ver con las entrañas mismas de nuestra historia e identidad, es el cementerio israelita de Algarrobos, declarado Sitio Histórico Provincial en 1991 en su carácter de primer cementerio judío de la provincia de Buenos Aires. Allí, en 1891, han sido sepultados los primeros fallecidos en los difíciles años de la colonización judía que iniciara el Barón Hirsch, Rice Sverlik y un niño de 6 años´, numerosos de los colonos, sus hijos y también sus nietos.
En lo alto del terraplén que contiene las aguas de la mítica Laguna de Algarrobos, fue y aún lo es, un lugar de veneración y permanente homenaje a los miembros de la colectividad que con su sacrificio, abnegación y verdadero amor por la tierra que los cobijó, fueron protagonistas del crecimiento y desarrollo de Carlos Casares, dejando la impronta de su cultura y sus costumbres, como un sello indeleble que marca nuestra identidad.
Tal vez sea por todo eso que se vuelve inaceptable el estado en el que se encuentra el cementerio israelita de Algarrobos, con sus tumbas destruídas producto del daño ocasionado por terceras personas que se introdujeron al mismo a través de la laguna, y con saña incomprensible y desprecio por lo sagrado cometieron el vandálico sacrilegio de profanar esas tumbas, cuyo valor histórico es incalculable.
Días pasados visitó nuestra ciudad Jorge Popovsky, descendiente de aquellos colonos, hijo de una conocida familia judía de nuestro medio, asaltado por el deseo de visitar las tumbas de su padre, de sus abuelos y demás familiares. ¿Pero que fue lo que se encontró?. El mismo lo definió en pocas palabras, «no lo podía creer, todo destruido, los mármoles y pedazos de monumentos diseminados, placas rotas, estaba azorado, yo pensé que su estado de conservación sería otro, lo comento con ustedes porque no sabía con quien hacerlo…».
Popovsky no hizo cargos, entendió que allí estaba la mano de quienes no entendieron el significado de ese lugar, por lo tanto hizo propuestas: «Por qué no formamos una comisión, una cooperativa, y todos aquellos que tenemos allí nuestros muertos colaboremos para que se lo mantenga en condiciones, se repare todo aquello que pueda ser reparado, y que se ocupe a alguien para que se encargue de su limpieza y lo tenga en condiciones».
Es una idea, tal vez haya que tenerla en cuenta, así como exigir que la provincia disponga de un subsidio anual que permita que ese Sitio Histórico sea cual un museo, no sólo un lugar para reverenciar a los muertos, sino una referencia de aquella epopeya que fue la Colonización Judía en estas tierras, y un permanente homenaje a aquellos hombres y mujeres que con su simiente contribuyeron al crecimiento de nuestra nación.