Suman decenas las notas realizadas en este medio para tratar el tema del agua. Ni hablar en las que se habló del alto contenido de arsénico que es portadora la presunta «agua potable» que la empresa proveedora nos vende y cobra religiosamente. El tema no pierde actualidad, los valores siguen siendo altos, y poco y nada es lo que se ha adelantado en ese aspecto.
Para colmo escasea el agua en todas sus calidades, la potable y la otra. Varias horas al día el servicio se corta por completo, y otras horas apenas sale un chorrito cuya presión es totalmente insuficiente y por lo tanto no llega a los tanques. De noche y en especial de madrugada la presión es mayor y a duras penas sube a los tanques situados en lo que podríamos decir la planta baja de las viviendas, aquellas que no tienen otra planta, en la que los tanques están a una altura no mayor de cuatro metros. En el caso de las viviendas de dos plantas, cuyos tanques superan una altura aproximada a los seis metros, la columna de agua no alcanza a subir y por lo tanto la única forma de que esas viviendas cuenten con agua en sus cañerías es llenar los tanques desde cisternas con motores elevadores. Quienes no cuentan con ese tipo de auxilio directamente la mayoría de los días no tienen agua para sus baños, cocinar o lo que fuere. Pero la factura les llega y deben pagarla igual.
No estamos en la edad de piedra, hoy día los adelantos nos deslumbran, pero obras fundamentales que hacen a la calidad de vida de las personas están prácticamente ausentes, y lo que es peor quienes deben ocuparse de brindar ese tipo de servicios con eficiencia, cumpliendo con normas elementales de salubridad, no lo hacen, como sí hacen oídos sordos a los reclamos y demandas de la población.
Las empresas, sean ABSA, el estado provincial o quien tenga la responsabilidad de brindar dicho servicio, no son rótulos. Detrás hay personas, directivos, funcionarios que cobran inmensos sueldos y que cada vez que se les hace un reclamo ponen cara de Póker y dan respuestas evasivas, conocedores del problema y de su incapacidad para resolverlo. Aunque más que incapacidad deberíamos decir que no tienen voluntad para hacerlo.
Por eso seguimos batallando, porque callar sería como aceptar la derrota y permitir que nos sigan mintiendo y robando. Sí robando, porque quien cobra compul-sivamente lo que no brinda, dicho en buen romance, nos está robando.