Con un fuerte discurso, por cierto revolucionario, en el que convocó a un «redentor» cambio de estructuras e invitó a luchar para superar «las graves situaciones de injusticias que sufren los excluidos de todo el mundo», el Papa Francisco convocó en su paso por Bolivia a la unión de la patria grande latinoamericana y a rechazar «el nuevo colonialismo». Habló de la dictadura del dinero y la definió como «el estiércol del diablo», imprimiendo a sus palabras un fuerte contenido populista con profundo contenido social.
Ante decenas de miles de fieles congregados en Santa Cruz de la Sierra la ciudad más importante y rica de Bolivia, las palabras del pontífice recibieron una verdadera ovación.
Habló el primer Papa argentino de un mundo que está sumergido en «la tercera guerra mundial en cuotas», en un sistema que ha impuesto la lógica de la ganancia a toda costa, y que no aguanta más. «No lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan los pueblos».
Dijo Francisco que no sólo hablaba de los problemas de América Latina, sino de toda la humanidad. «Se está castigando a la tierra, a las personas, de un modo salvaje», sentenció.
PERDÓN POR LOS CRÍMENES
En un acto de profunda contrición el Papa Francisco pidió perdón por los crímenes de la conquista europea contra los pueblos originarios americanos. Paralelamente reivindicó a aquellos religiosos y laicos que denunciaban esos crímenes, como sucedió con Fray Bartolomé de las Casas, franciscano como él.
Un Papa sanlorencista que no deja de sorprendernos cada día, para alegría de muchos filigreses genuinos y solidarios e incluso agnósticos y de otros cultos. Un hombre que ha llenado de luz a una iglesia adormecida y conservadora que miraba en forma retrograda hacia el pasado, negándose a subir al caballo de los tiempos. Por eso llama a sorpresa que el jefe de la iglesia católica grite a viva voz que hoy en día «se preocupan más por la caída de dos puntos la bolsa y no si un pibe se muere de hambre en la calle». Así, con pastores como Francisco, la iglesia católica sigue viva, actual, consustanciada con los males de la época, dispuesta a luchar para hacer de este mundo un lugar de paz, de trabajo, justo y solidario. Alzando la voz ante la necedad de los poderosos, motores de un sistema económico que «degrada y mata».
Un Papa argentino que la tiene clara, y que está enviando un mensaje esperanzador a un mundo que lo escucha y lo venera.