Un estudio estadístico referido a las intoxicaciones por alimentos en mal estado, rebela que una gran mayoría de esas intoxicaciones se producen en el hogar. Dichos alimentos se eternizan en las heladeras o fuera de ellas y son consumidos inconscientemente, más de una vez en la confianza de que son caseros, sin tener en cuenta que en su mayoría son perecederos, con un tiempo determinado de duración, lo que los hace altamente peligrosos cuando ese tiempo se ha vencido y a veces con creces.
Lo ocurrido a una familia de nuestro medio recientemente tiene que ver precisamente con alimentos llamados caseros, algo que es muy común cuando nos referimos a la factura de cerdo, atento a la costumbre que tienen muchas familias de elaborar su propia factura de cerdo, por aquello de que se conoce la procedencia y se hace a gusto de cada uno, pero existen casos en que aún sin proponérselo, se descuidan prevenciones fundamentales que hacen a la higiene salubridad y cuidados en la elaboración, lo que suele ocasionar, como en el caso aludido que el producto llegue a la mesa contaminado y quienes lo consumen corran serios riesgos de salud.
Ocurre lo mismo con aquella factura adquirida en comercios, la que no está debidamente certificada y rotulada, lo que hace presumir que no ha pasado por los controles sanitarios exigidos por las autoridades. Es fundamental que los establecimientos elaborado-res de chacinados y embutidos sean sometidos a controles de calidad, salubridad, higiene y desinfección de los lugares de elaboración, y todas las previsiones aconsejables en el tratamiento de estos alimentos.
Se presume que son aptos para el consumo aquellos chacinados o embutidos de carne de cerdo o de animales salvajes que uno adquiere en las carnicerías y comercios del ramo. Pero no siempre es así, estos productos deben contar con el rótulo y la etiqueta del establecimiento elaborador, certificado por la autoridad correspondiente. Sabido es que muchos comerciantes que venden factura de cerdo no cumplen con los requisitos exigidos, carnean en lugares en los que se vulnera todo tipo de salubridad e higiene, no cuentan con inspecciones y por lo tanto no rotulan ni etiquetan sus productos. La falsa creencia de que son «caseros», facturados por su carnicero amigo, no es crédito alguno para que el consumidor tenga la plena seguridad de que puede ingerirlos en la tranquilidad de que son aptos para el consumo.
Es por lo tanto recomendable que se extremen los cuidados en ese aspecto. La delicia y satisfacción que producen el saborear un chorizo de cerdo, una bondiola, y chacinados en todas sus variedades, puede transformarse en un gravísimo problema si lo que se consume no tiene buena procedencia.
Debemos reconocer que comemos cualquier cosa, o mejor dicho, que muchas veces no sabemos lo que comemos.