En una operación inmobiliaria de poca monta que se realizó en dólares (la venta de un terreno), al procederse al recuento de los billetes, el vendedor con muy buen ojo desconfió de dos billetes de 100 dólares a los que luego se sumaron otros seis, ya que su color era ligeramente más pálido que el resto. El comprador fue hasta su casa y los reemplazó por otros, pero igualmente desde la oficina donde se realizó la operación quedaron en revisar dichos billetes a fin de comprobar si eran realmente «truchos» como se suponía. Efectivamente las pruebas realizadas permitieron corroborar que se trataba de billetes falsos. Su propietario no recordaba con exactitud a quién los había comprado (tenía otros 10 billetes también falsos) ya que hacía alrededor de cinco años que los tenía y eran producto de varias compras.
Esto reafirma algunas estimaciones referidas a que circulan gran cantidad de dólares falsos y sus tenedores no lo saben.