El las páginas de la Gloria,
con letras de oro y nostalgia
suele escribirse la Historia
que vas dejando la marcha
como sueños que nos abrazan
para acortar las distancias…
La memoria, hecha de recuerdos y añoranzas, va recorriendo los espacios, que se alimentan de sueños y nostalgias y donde están escritos en el cariño, los nombres que el tiempo nunca volverá olvido… Esos nombres de amigos tan queridos que vienen cada noche a nuestros sueños más hermosos y sentidos para abrazarnos y dejarnos un mensaje de momentos compartidos…
Y en ese abrazo de tiempos sin olvido, futbolera pasión de ayer nos acerca, aquellos nombres que pronunciamos con el afecto de un pagano rezo con sonido a himno, para que otra vez nuestro labio los nombre como los pronunció mil veces los domingos con el calor de las tardes futboleras que le daban al alma un sentir destinto.
Y allí surge el nombre de aquel querido gringo, que por su humildad, calidad y grande espíritu, desde muy joven se diplomó de ídolo, con la casaquilla verde de “Sportivo”…. Aquel que desde chico templó su alma con la fragua, el yunque y el martillo en aquella herrería donde el viejo Gino, con honestidad, trabajo y sacrificio le enseñó la rectitud de los caminos. Rodolfo Gino Zamprogna se llamaba, pero todos, por esas cosas del apodo en el achico, le decían “Rudy”, como para dejar más espacio para el cariño. Y ese inolvidable atlético defensor, patrón de las tardes de domingo, fue escribiendo su historia futbolera, con prestancia, seguridad y juego limpio, clausurando la defensa “verdolaga” a los intentos adversario de llevar peligro. Y en la época de oro del fútbol que vivimos, jugando junto a grandes de verdad, nombres queridos, con Julián Hernando, Márquez, y aguantate corazón en tus suspiros tantos nombres de gloria sin olvido, Julio González, Zaccarelo, Enrique Blázquez como para que el grito de guerra de Sato Coronel se vuelva bandera del “sportivismo”. Fueron muchos los años en que mostró su seguridad y juego expeditivo, ejemplo para grandes y para chicos, bandera de gloria deportiva flameando orgullosa todos los domingos. Hasta que un día, el transcurrir de la vida lo diplomó de “ex” y se terminaron los partidos, pero nos quedó el recuerdo de su juego aguerrido y su ejemplo de deportista íntegro. Pero ese transcurrir le dio otro sabor a sus domingos, ya que con su esposa, Jorgelina Lina Giorgini, compañera hasta el final del recorrido, formaron un hogar que Dios bendijo con la llegada de Fabián su hijo, y las nietas que le dieron sol al tramo final de su camino. Fue transportista y “bolichero”, pero el destino lo hizo para siempre el mariscal del Área de Sportivo. Y ya en el otoño de su vida, cuando recorría su postrer camino, ese empedernido guerrero de las tardes futboleras, comenzó a sentir los embates del destino, que fueron minando su resistencia física y se fue apagando la luz de su marchar tranquilo. Y aquel, que como Serrat, cantaba el Himno de “no pasarán”, el Nano el de la guerra española y Rodolfo Gino el del espacio del área de Sportivo, el sábado 12 de septiembre emprendió el camino hacia el celeste espacio de los recuerdos que Dios le había prometido. Y el domingo 13, justo un domingo donde él reinó con su juego y con su brillo, cuando el sol de la media mañana de septiembre, a las 9 y media, le brindó su postrer abrigo y se llevaron su cuerpo hacia la lobreguez del abismo, pero su alma, su espíritu, se quedó entre nosotros para volver a abrazarnos los domingos, cuando vuelva a rodar una de cuero en la cancha donde juegue su Sportivo….
JUAN DOMINGO
ONDANO