Es tal vez una situación que año a año se repite sin que haya manera de aplicar los correctivos necesarios para que no ocurra. Nos referimos al llenado de las piletas particulares de natación con agua de red, «secando» de esa manera las cañerías, que no pueden llevar agua a los tanques, causando serios problemas a la población.
Con total desidia y sin mirar los inconvenientes que causan, son cientos los vecinos que dejan mangueras abiertas todo el día e incluso toda la noche a fin de poder llenar sus piletas. Algunos con la excusa de que son «chiquitas», otros porque no han tomado los recaudos para llenarlas con bombas como debiera hacerse, o porque realizar pozos en sus patios se les hace demasiado costoso y molesto. Lo mejor entonces es cargar dichas piletas con agua de red. Lo que determina que en la mayoría de las viviendas en las cuales los depósitos de agua están a más de 5 metros el agua di rectamente no sube. Si tienen bombas elevadoras o cisternas salvan la situación, pero si no cuentan con esas previsiones, deben resignarse a pasarse sin agua días enteros, pidiendo a vecinos, sin poder bañarse, ni lavar ni usar los baños.
Las autoridades y la empresa proveedora de agua deberían realizar controles para que estos abusos no se produzcan. Aplicar fortísimas subas en las tarifas a los grandes consumidores para desalentar su uso indiscriminado. Únicamente con correctivos que hagan daño el bolsillo de cada contribuyente, se pueden solucionar estos problemas. Caso contrario, lo aquí escrito será letra muerta, y quienes padecen el problema lo seguirán padeciendo año a año, como una maldita costumbre.
LA ADICIÓN A LOS CELULARES
ALCANZA A LA POLICÍA
Es tanta la adicción de la gente a los teléfonos celulares, que no respeta ni edades ni profesiones. Precisamente días pasados quien escribe la presente nota tuvo oportunidad de recorrer en pleno centro de la ciudad, 250 metros detrás de un joven policía uniformado. Éste llevaba en sus manos un celular, y completamente abstraído enviaba mensajitos sin mirar hacia adelante, ni a los costados, caminando como un zombi con su mirada fija puesta en la pantalla del aparato. Cruzó dos bocacalles prácticamente sin prestar atención, incluso un auto que en ese momento circulaba por Vicente López en dirección a Avda. San Martín, tuvo que detenerse para darle paso, sin que el policía se percatara, dado que continuaba enviando frenéticamente mensajitos. Así siguió, siempre ausente, hasta la sucursal del Banco Provincia, en la cual el cronista dobló hacia la derecha.
Probablemente muchos lectores pensarán «¿y cuál es la noticia?», y tal vez tengan razón, nada diferencia a un policía respecto a cualquier otro ciudadano, aunque… tal vez un guardián del orden deba tener otro comportamiento, prestando atención a su entorno, marcando su presencia con la cabeza en alto, observando, ejerciendo esa actividad vigilante de 24 horas que eligió como profesión.
Pero, no cabe duda que los tiempos han cambiado, alguien con algún afán estadístico dijo que hay más celulares que inodoros, lo que refleja o bien que hay pocos inodoros o demasiados celulares. Queda para el lector sacar sus conclusiones, aunque la comparación sea disparatada.