CRÉASE O NO… En las redes sociales tiene mucho más repercusión la muerte de un perro que la de un chico que pierde la vida en un accidente en moto.

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La muerte de un perrito o de cualquier otro animal doméstico, máxime cuando es provocada intencional-mente  es dolorosa e indigna. Está muy bien que se denuncie a los responsables y mejor aún que desde la órbita oficial se ponga en marcha un programa de protección a los animales. De esa manera se podrá accionar penalmente contra aquellos que usan la brutalidad con los indefensos animales.

Pero, llama poderosamente la atención que en las redes sociales, un vehículo masivo de comunicación y participación que usan las personas para transmitir sus opiniones, vertir sus ideas y relacionarse a través de las mismas, cobre mayor repercusión la muerte de un perrito, que la de un chico que pierde la vida en un accidente de moto como ocurriera días atrás. No vamos a decir que dicho accidente pasó inadvertido para los miles de usuarios de dichas redes, pero en comparación con la muerte aparentemente intencional de un perro en la vía pública, este último hecho tuvo una trascendencia mayor, viralizándose en forma notable. Lo que no ocurrió con la muerte del menor y otras ocurridas con anterioridad.

Es cierto que un accidente de esas características (el de la moto) obliga a la participación policial y judicial, por lo que clamar justicia o denunciar se hace innecesario, aunque el otro costado, el del impacto emocional que significa la muerte de una persona de tan corta, edad, en la flor de la vida, debiera provocar una reacción masiva de los ciudadanos que se comunican a través de las redes sociales, pidiendo una acción más severa para los que violan las reglas de tránsito y demandar la participación y colaboración ciudadana para dar apoyo a las autoridades a fin de que se implanten medidas coercitivas para imponer dichas reglas como una manera de hacer realidad aquello de que «la letra con sangre entra».

Recalcamos: la muerte intencional de un perrito u otro animal doméstico es intolerable y merece el máximo repudio. Pero entendemos que la muerte de un ser humano en un accidente, máxime cuando se pudo haber evitado, si los protagonistas cumplieran con las disposiciones vigentes, debe ser también motivo de tratamiento y preocupación a nivel de la comunidad en su conjunto.

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