Esta nota de color fue publicada en una edición de El Oeste de hace un par de años. Nos pareció oportuno reeditarla en estos momentos en que ha cobrado vigor –nuevamente- la posibilidad de que sean talados los eucaliptus del camino al cementerio por razones de seguridad y para que pueda continuarse con la senda peatonal. En aquella oportunidad las mujeres que integraban el llamado Garden Club, se opusieron tenazmente y fueron la llave para abrir la puerta del descontento general, que finalmente logró parar las motosierras, prolongando la vida de esos eucaliptus, al menos hasta el día de hoy…
Lectores memoriosos si los hay, custodios de la cultura y la historia casarense, que cual juglares a contrapelo de la era digital, traen a la memoria jugosas anécdotas que merecen ser recordadas.
Por ejemplo, y ahora cobra actualidad, cuando el entonces Intendente Municipal Ricardo Ottaviani y su Secretario «Cacho» Gilardenghi, decidieron cortar un tramo de los eucaliptus del camino al cementerio, porque la inundación había podrido sus raíces y podrían en cualquier momento ocasionar con su caída o la de sus ramas, alguna desgracia.
Y NUNCA FALTAN ENCONTRONES…
Pero claro, siempre ante una medida que puede lesionar la militancia ecológica de algunos vecinos, que seguramente bien intencionados y con sólidos fundamentos se oponen a este tipo de decisiones, surgieron voces de disconformidad, sosteniendo que esos añosos eucaliptus eran históricos y que aún muertos o heridos de muerte, merecían seguir de pie.
Y una de esas voces colectivas que expresaban su protesta, era el Garden Club Los Aromos, una institución con nombre inglés seguramente plagiado de algún simil londinense, conformado por damas paquetas de la sociedad casarense de entonces a la que se sumaron señoras de estancieros foráneos o ejecutivos de empresas que anidaban circunstancialmente en estas pampas, pero cuya prosapia revelaba linaje elevado que les permitía usar el doble apellido.
Erase entonces que dichas damas, más propiamente el Garden Club, en cuyas reuniones se parafraseaban textos de botánica en inglés, y se hablaba de exóticas especies que bien podían adaptarse a los gardens (perdón, jardines) vernáculos, se sintieron agredidas por esa cruel medida que despreciaba la madre natura y cedía a instintos primitivos y despiadados.
LA SUERTE DE ESOS ÁRBOLES YA ESTABA ECHADA
Le tocó a otros funcionarios del municipio soportar la descarga verbal de estas compungidas damas que sentían violados sus nobles sentimientos hacia el reino vegetal, pero ni la mediación de algunos varones de peso comunitario, ni las razones que esgrimían para impedir la masacre, les torcieron la mano al jefe de la comuna y a su fiel amigo y cancerbero, que a punta de hacha, pala y serrucho le dieron el réquiem a esos eucaliptus, dejando bien sentado que «aquí no hay más macho que la gata», haciendo honor al célebre dicho de autor anónimo, no porque se escudara cobardemente en el anonimato, sino porque nadie recuerda quien fue.
Al Garden Club lo mató el otoño, una a una se fueron cayendo sus hojas, como cayeron los eucaliptus en aquella histórica epopeya.
Ahora hablan de «removerlos», aquellos que obstruyen la continuación futura de la senda peatonal. Cual si los traspasaran de un almácigo a otro esas moles cambiarán de querencia, bordeando otro camino con menos pretensiones.
Sólo cabe esperar que no aparezca ninguna dama copetuda que merodeando el cementerio, se noticie de la próxima mudanza de eucaliptus, y pretenda reverdecer el Garden Club para oponerse a la medida. ¡Oh my Good!.
LAS «CHICAS»
DEL GARDEN
Valga la nota de color que marcó una época, que en nada pretende mofarse de una institución integrada por respetables damas de nuestra comunidad, que en su afán de promover la cultura del cultivo y preservación de plantas y flores, como así también el hermoseamiento de jardines, intercambiaban ideas, también plantas, gajos y semillas, y a cada tanto escuchaban algún disertante, té con masas mediante, elegían la mejor flor y el mejor arreglo floral, prestando su contribución a las instituciones que lo solicitaban.
Eran algunas de sus muchas socias, Jeannete Cardozo, Gloria Carey, Elina Ascaini, Hilda Campbell, Susana Carús, María Debaissier, María Luisa De la Serna, María José Di Meola, Nora Fuentes, Diana Glik, Edith Grobocopatel, Rebeca Rubinstein de Grobocopatel, Dorotea Jacuboff, Leslie Kathlee, Beatriz Mesquida, Irene Moore, María Moore, Maxim More, Violet Niven, Michelle Odweyer, Olga Pedalino, Laura Poratti, Katie Simons, Viviana Udaquiola, Clarita Zunino, June Von Wernich, Liliana Feoli, Esther Schor, Alejandra Mariano, María Rosa Mackenna, Guadalupe Aronskind, Liliana Lucino, Jacinta Giuseppetti, Mercedes Reyero, Perla Sigal, Mercedes Bourdieu, Angélica Bernal, Esmee Byrne, y otras.
Tenemos entendido que fue la guerra de Malvinas la que dejó mustio al Garden por algunas diferencias entre sus socias, especialmente las «criollas», que por poco proponían arrojarle aceite hirviendo a los ingleses, ante el pensamiento de otras que no estaban tan convencidas.
Son historias de mi pueblo…