El Concejal (FpV) Dr. Sergio Carciofi presentó en la Sesión del HCD del martes 22 una ordenanza que por su contenido debe merecer y seguramente merecerá la aprobación de una gran mayoría de los vecinos. Dicha ordenanza dispone la prohibición de la comercialización, tenencia, uso, manipulación, depósito y transporte de elementos de pirotecnia. Incluye en la denominación de pirotecnia a la fabricación y utilización de materiales explosivos, tal el caso de los cohetes, cañitas voladoras, petardos, bombas de estruendo, rompeportones y toda la extensa variedad de explosivos con fines de entretenimiento y celebración que el ingenio y la tecnología suman año a año. La fundamentación usada por el concejal Carciofi es abundante y por sobre todo direccionada a proteger a las personas ante la mala manipulación de dichos explosivos, como así también se ocupa de las molestias que causan sea a personas, medio ambiente y también a animales.
Como decíamos, la ordenanza es inobjetable, pero deja al descubierto la hipocresía de las autoridades nacionales y provinciales, que apoyan las distintas normas en ese aspecto que se dictan desde las comunas, cuando en realidad deberían cortar el problema de raíz, prohibiendo la fabricación de dichos elementos, por aquello de que «muerto el perro se acabó la rabia». Por citar un ejemplo en la legislatura porteña hace mucho que va y viene un proyecto de ley presentado por el legislador Camps del Partido Socialista, el que sería tratado este año, que acertadamente no sólo prohibe la comercialización de elementos de pirotecnia, sino también su fabricación. Como el caso de Casares una veintena de ciudades han dictado normas restrictivas a la comercialización.
¿De qué vale legislar contra la pirotecnia, si las fábricas, que cada vez son más y ultrasofisticadas, siguen en plena producción inundando el mercado con sus productos?. Lo que sin duda posibilitará que en una ciudad como Casares haya comerciantes inexcrupulosos que haciendo la vista gorda a la ordenanza, van a vender no sólo cohetes, cañitas y rompeportones, sino bombas de estruendo, ya que es impensable que cuando Boca o River ganen un campeonato, o alguien quiera celebrar un acontecimiento, se prive de tirar bombas de estruendo hasta dejar sordo a todo el mundo. Y habrá quien las venda, por supuesto. Si en cambio no hubiera quien las fabrique, el problema estaría solucionado.
Algo similar ocurre con el tabaco. En las etiquetas de los cigarrillos, cual amenazantes advertencias, se le dice al consumidor que si fuma contraerá cáncer, y algunos las ilustran con pulmones destruidos como muestra gráfica de los males que causa el tabaco. Pero nadie impide que fabriquen, las empresas de cigarrillos son cada vez más poderosas, y es el Estado el que paga las consecuencias con los estragos que causa el tabaco en los seres humanos.
La hipocresía… ¿por qué las fábricas continúan funcionando a pleno, si lo que producen mata?.
Se observa en la ordenanza una excepción, la de los fuegos de artificio, pero deja expuesto un problema de difícil solución. Hoy en día los fabricantes de pirotecnia tienen en los productos que ofrecen fuegos artificiales de tipo casero, más pequeños, sin necesidad de instalación previa, especiales para el uso de las personas en forma particular. Quienes los usan deben acercarse, encenderlos y afrontar los mismos riesgos que quien tira un cohete, una cañita o un petardo. Tal vez mayores por la potencia de esos artefactos pirotécnicos. Tal vez ese artículo de la ordenanza, el Nº 3, merezca una modificación.