¿Qué harías si no tuvieras miedo?

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La historia nos enseña que, el hombre primitivo tenía otras prioridades muy distintas a las nuestras. La seguridad era una columna importante en el desarrollo de la vida. Desde el refugio para resguardarse de las bestias, hasta los muros colosales de las ciudadelas, evidencian que el ser humano necesitaba sentirse seguro. Hoy en día nuestras inseguridades cambiaron. Ya no tememos a las bestias salvajes, ni a invasiones extranjeras. Hoy buscamos seguridad en la aceptación social, el estilo de vida, el trabajo, la familia, los ahorros, los “me gusta” de face, los seguidores de Twitter,  las inversiones y un largo etc. Si ahondamos en esos sentimientos, esa seguridad es simplemente una consecuencia del miedo. Buscamos callar el miedo con esa sensación de control, de seguridad. No está mal tener miedo, el inconveniente es cuando ese miedo nos condiciona. No explotamos nuestro potencial, no nos jugamos por nuestros deseos por “miedo” a perder. Miramos esas películas donde el héroe es osado, valiente. Nos gustan  tanto esas actitudes de sabérselas, de control, de “mandados” que tienen los personajes, que se vuelven nuestros ídolos. Queremos ser ellos, queremos tener esas actitudes. Enfrentar el miedo, levantarse cuando saben que no pueden ganar y salir vencedores. Pero no, el miedo nos ata. Es como si fuera un ente que nos dice que no podemos, que vamos a fracasar… ¡que mentira más grande! Tenemos un potencial ilimitado.

La gran pregunta es ¿Cómo hago para que el miedo no me condicione? Los estoicos tenían un método para ser dueños de sus elecciones y, no permitir que el miedo limite sus vidas. Cada vez que se enfrentaban a una decisión que les traía desconfianza, inseguridad, miedo, la filtraban por una simple pregunta ¿Qué es lo peor que puede pasar? ¿Cuál es el resultado más negativo posible? Determinaban el escenario más oscuro y, trabajaban en una estrategia para minimizar el margen del resultado. Se acercaban al miedo, lo hacían tangible, le daban forma. Una vez que entendían, que materializaban el miedo, trazaban un plan para reducir ese miedo. La osadía no es inconsciencia. Cuando se enfrentan los miedos con decisión y planificación el resultado es siempre positivo.

Obviamente la elección es personal. Solo uno sabe hasta dónde está dispuesto a negociar, a ceder. Nadie crece tomando agua estancada, eso nos enfermaría. Es necesario salir de nuestra zona de confort si queremos crecer. Para alcanzar la plenitud, el potencial de cada uno, es necesario enfrentar los miedos. No sirve huir del miedo, tarde o temprano nos vá a encontrar. En algún momento se van a repetir determinadas situaciones y  vamos a tener que resolver esos conflictos. No sirve correr, salvo que queramos ser conformistas. Que queramos vivir una vida de estándar medio. Gastamos más energías corriendo, huyendo del miedo, que enfrentándolo. No sirve escapar, hay que enfrentar.

Todos deberíamos ser plenos,  poder dar todo lo que tenemos para dar. Ser las personas que tenemos que ser. Nadie va a hacer las cosas que nosotros hacemos, ni como las hacemos. Somos únicos, irrepetibles. Tenemos una impronta, esencia irremplazable. Que seamos uno más del montón, no significa que no nos podamos destacar. Solo apropiémonos de nuestra identidad, sin miedo. Libres de elegir lo que queramos, libres del condicionamiento del miedo.

Nuevamente, gracias a El Oeste y a ustedes por leer.

Decidan vivir la vida.

 

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