El gobierno entrante en sus nuevas políticas, algunas acertadas, otras no tanto, parece haberse olvidado de los pobres y los trabajadores. El tema de la inflación que fue bandera para denostar al gobierno anterior, se le ha vuelto incontrolable, provocando desconcierto en las clases pobres y los trabajadores, cuyo poder adquisitivo se va licuando día a día y los pone al borde de la angustia y la desesperación. Las explicaciones no bastan, ¿como explicarle a un trabajador al que su sueldo no le alcanza para llegar a fin de mes, que con el arreglo con los fondos buitres vendrán inversiones, habrá crédito y en un par de años la inflación llegará a un dígito?. En cambio otros sectores, en excelente situación, han recibido en forma inmediata el resultado de políticas trazadas por este gobierno, y hoy están tirando manteca al techo. Los pobres en cambio no han merecido el beneficio de políticas inmediatas dirigidas a la proclamada pobreza cero, como tampoco los asalariados a quienes la inflación pulveriza sus ingresos. Decían y con razón que el gobierno de Cristina no hablaba de inflación, que esa era una mala palabra en el léxico kirchnerista. ¿Qué ha cambiado?, en los primeros meses la inflación preanuncia cifras aún superiores de las que se registraron en la era kirchnerista. ¿Cómo es que habiéndose conchabado a decenas de empresarios de primer nivel en el seno del nuevo gobierno, éstos no hayan previsto el descalabro inflacionario actual. A menos que en tren de marcar prioridades hayan preferido beneficiar a los más pudientes en desmedro de los más necesitados.
Y todavía falta que vengan las facturas de luz y gas, con aumentos que -según se dice- las convertirán en impagables. Ya hay manifestaciones en los pueblos del interior, el caso de Pergamino, con marchas de vecinos que aseguran se ven en la imposibilidad de abonar las facturas de la luz y piden soluciones.