Quienes desde estos tranquilos pueblos alejados de la borágine de la gran ciudad nos enteramos de las tragedias relacionadas a grandes movilizaciones, de festivales multitudinarios o actos en los cuales se dan cita miles y miles de personas, nos parece que estamos a salvo de todo lo que allí ocurre. Nos parece, claro, pero está demostrado que no estamos tan lejos, que más tarde o más temprano nos encontramos conque muchas de las causas de esos males asoman por estas tierras. Así como asomó el delito en todas sus variantes, al extremo de que una mayoría de los casarenses ha debido modificar sus hábitos de vida por culpa de la inseguridad, y poco a poco lo fue haciendo la droga, convirtiéndose en lo que hoy podemos considerar una de las mayores preocupaciones que afronta nuestra sociedad. Llegó lentamente, primero fueron unos pocos, los más osados, los punta de lanza de una moda de grandes ciudades, y a medida que pasaron los años su crecimiento fue paulatino, sostenido y altamente preocupante. Hoy si decimos que se consume droga en Carlos Casares, ya nadie lo discute. Tal vez las más livianas, pero también aunque en menor medida de las otras, y aún no sabemos si hay quienes traen drogas sintéticas, como esas que fulminaron a cinco pibes en la fiesta tecno de Costa Salguero. ¿Estamos lejos de que traigan ese tipo de drogas llamadas «de diseño»?. Tal vez no…
El domingo ppdo. en la misa de comunión en la que a iglesia llena el padre Justo Juan Cariz, trazó una suerte de parábola entre Dios y el diablo, la que bien podría aplicarse -sin pretender plagiar al cura- para tomar conciencia que el demonio de la droga se cuela cuando no están dadas las condiciones para combatirlo, cuando se relaja el cuidado que debe tenerse y la vigilancia que debe hacerse en aquellos lugares proclives a que corra la droga, a que nuestros jóvenes se vean tentados a consumirla.
Vigilancia… es fundamental que en los lugares públicos a los que concurren los jóvenes se controlen baños, se observe a los grupitos, se destine personal experto y además de ser posible, que tiene que serlo, efectivos policiales de civil con experiencia en drogas peligrosas, capaces de detectar quienes la consumen y como la consiguen, si ya la traen consigo o hay elementos en esos lugares que se cuelan entre la multitud y las distribuyen. No hay demasiadas formas, tal vez la vigilancia artesanal sea la más efectiva.
Ayer fueron 5 los chicos que cayeron muertos, mañana tal vez sean 10, sabemos que la lucha es desigual, pero bajar los brazos sería un desatino.