El que construye su casa,
construye su porvenir…
Aquel que su pan amasa.
bajo ese techo, es feliz.
El sueño del techo propio es una de las principales y más caras aspiraciones del ser humano. Y hacerlo con sus propias manos, con su cotidiano esfuerzo, costumbre hermosa de décadas pasadas, que en la actualidad, por el fragor del progreso y distintas vivencias, no es tan común, es un orgullo que llena el pecho de genuina satisfacción. Por eso aquellos que por profesión, por vocación o diferentes motivaciones, jalonaron el camino de su transitar por la vida, de viviendas levantadas como paliativos a necesidades y urgencias que imponía el ritmo de marcha de la modernidad, tienen un secreto reconocimiento de sus pares, por dicha labor.
Carlos Orlando Boyero, toda su vida estuvo ligado a esa tarea de construir en realidades los sueños del techo propio. De la que hizo una profesión, fueron logrando, en la ley de la oferta y la demanda, su casa aquellos a los que el ritmo de sus actividades y formas de enfrentar al destino mercantil, no les posibilitaba construirlas con su propio trabajo de albañilería. Y Carlos Orlando Boyero comenzó de muy joven a cubrir esas necesidades y a construir, como hacía con los edificios, ladrillo sobre ladrillo, con la argamasa de esfuerzo y la perseverancia, su propio destino.
Formó familia, crió y educó a sus hijos, cosechó cientos de amigos en su andar, dio lustre a su nombre y apellido y fue dejando una profunda huella de trabajo, lucha y perseverancia en la sociedad, que le signó un lugar de elegido ente los integrantes de la misma. La vida le dio la bendición de hijos, nietos y bisnietos, para enraizarse en el presente y futuro. Formado profesio-nalmente junto a los hermanos Benedicto, también constructores de profesión y vocación, tal vez heredó de ellos ese cariño por Deportivo Casares, entidad de la que fue encumbrado dirigente, ocupando los más altos cargos en sus comisiones directivas. Y un día, cuando la actividad de constructor de sueños lo llevó a la necesidad de la provisión de los elementos para su desarrollo, instaló un Corralón de comerciali-zación de materiales para la concreción de esos sueños, corralón que llevó su nombre, como garantía de eficiencia y honradez. Allí, en la última etapa de transitar como empresario y, por que no, como lugar de consulta y consejo, para los que recorrían como él años atrás, el camino de forjador de sueños, llamados viviendas, siguió su marchar de constructor.
Algún día su emprendedor corazón de luchador, le jugó alguna mala pasada, que la ciencia y los cuidados, superaron, afortunadamente, También se repuso con entereza de otros terribles embates del destino, y fue sumando años a su vida.
Hasta que el miércoles 11 de mayo, Día del Himno Nacional, los acordes de voces de adios, pusieron final su lucha, a su esfuerzo, a su camino de constructor de sueños, y emprendió el camino hacia los espacios de los recuerdos. Había dejado de existir un hacedor de realidades. Había fallecido Carlos Orlando Boyero, a la edad de 83 años.
El dolor que su partida provocara quedó demostrado en las reiteradas manifestaciones de dolor, en el acto de su velatorio e inhumación en el Cementerio Municipal, previo rezo religioso, que le diera el cristiano adios. Que Dios le de la paz que su alma merece y a sus familiares y amigos la resignación, convencidos de que en cada edificación que sea concluida ha de volver, desde el recuerdo, la sonrisa del viejo constructor….
- D. O.