La pregunta puede ser irónica, pero encierra la hipótesis de que los vascos casarenses, que habían potenciado su identidad local desde el Centro Vasco Euskalduna, realizando fiestas y comenzado la construcción de su propia sede, reclamando con orgullo ser considerados como una colectividad, al igual que los israelitas, españoles e italianos, con su propio mástil en el centro de la plaza, de pronto parecen haberse dormido. Ya no se los ve activos, si bien son conscientes que la estirpe vasca marca una constante presencia en nuestra comunidad.
¿Acaso la sensible pérdida de ese vasco monumental que fue el popular y querido Ricardo Basagaistegui, los ha desanimado?. ¡Por Dios!, él hubiera querido que su alcurnia vasca y la de todos los vascos casarenses marque la impronta de esa maravillosa colectividad que ha regado con su sangre nuestra identidad casarense. Se fue de este mundo sin haber podido ver ondear la bandera vasca en el mástil de la plaza, ni poder disfrutar de la Casa Vasca cuyos cimientos vio nacer, pero allá donde éste se regocijará de orgullo si ve que los vascos casarenses continúan con la obra emprendida y sus afanes de ser considerados una colectividad hecha y derecha de nuestro Carlos Casares.
Entre tanto materialismo, grietas, diferencias políticas, sufrimientos y amarguras, es bueno recurrir a la esencia misma de las cosas, apelar a la riqueza de nuestra historia y costumbres, reverenciar a nuestros ancestros e intentar construir entre todos una sociedad mejor. Los Italianos por un lado, los españoles por el otro, también los israelitas y por supuesto los vascos, esos queridos vascos que en la rudeza de sus tradiciones dejan al descubierto las virtudes de su laboriosidad, honestidad y amor por el terruño que los cobijó.
Claro que quedan vascos en Carlos Casares, y es bueno que le hagan honor a esa fuerza interior que siempre los ha caracterizado, marcando su presencia activa en todos y cada uno de los acontecimientos de nuestra comunidad.