No debería llamarnos la atención que un primer mandatario provincial reciba a un intendente. Sin embargo la división de aguas que existe en la política suele generar tratamientos preferenciales a aquellos que son de un mismo partido, y acciones cuasi discriminatorias a los que configuran la oposición. A tal punto está arraigado dicho proceder, que es evidente la diferencia de crecimiento de las distintas comunas, sea al gobernador de su mismo signo político o no. Podríamos citar cientos de ejemplos.
Días pasados el intendente Torchio, representante del Frente para la Victoria, fue recibido por la gobernadora Vidal de Cambiemos, lo que de por sí es auspicioso y reconfortante, dado que los prejuicios existentes en ese aspecto no auguraban un encuentro a solas y menos aún en un marco de cordialidad y entendimiento como lo reflejara el intendente Torchio al ser consultado sobre dicho encuentro.
El mandatario casarense encontró en la gobernadora una actitud positiva, que mas allá de lo protocolar mostró sus intenciones de satisfacer los requerimientos de su visitante, comprometiéndose a trabajar juntos, dejando de lado diferencias políticas por entender que su compromiso es con todos los habitantes de la provincia, sea cual fuere el color político de cada uno.
No escapa al criterio de los observadores, que la gobernadora intenta sumar a su capital político a un grupo de intendentes opositores que por su carisma y liderazgo quisiera tener dentro de su espacio, y el intendente Walter Torchio es uno de ellos. Por eso no debe llamar la atención su política de seducción hacia esos cuadros políticos valiosos que hoy militan en la oposición.
De todas maneras, aunque el convite encierre un acto político con intenciones concretas, es saludable que la relación entre la gobernadora y sus intendentes sea fluida, sin premios ni castigos, con un tratamiento igualitario que redunde en beneficio de todos sus habitantes.