Con frecuencia vemos que desde la política se dicen frases «poco felices», con un pretendido tono político pero con frecuencia lesivas para algunas capas de nuestra sociedad, por lo general las más castigadas. Gobernantes que sin mesurar el alcance de sus manifestaciones luego reciben la crítica de la oposición y normalmente la justificación de los propios. Al presidente Macri se le adjudican numerosas frases poco políticas que tienen que ver con algunos análisis históricos desafortunados o expresiones con algún tono callejero y despectivo que no han caído bien en la mayoría de quienes las escucharon.
Hipólito Yrigoyen una figura mística y sin duda un insigne prócer del radicalismo no era afecto a los discursos, se dice -erróneamente- que nunca pronunció un discurso, pero si es cierto que prefería no hablar, que mantenía un perfil bajo, no le interesaban los reportajes y evitaba en lo posible las fotos. Y sin embargo aunque poco habló mucho es lo que se escribió de él, figurando sin duda alguna entre los grandes políticos de nuestra historia.
Perón decía: «Mejor que decir es hacer, mejor que prometer es realizar», aunque el líder del justicialismo era reconocido como un orador brillante, cuyos discursos y sus famosas frases hoy son usadas no sólo por sus partidarios sino por todos en general. Algunas son proféticas, otras geniales, y figuran todas en el diccionario político de la Argentina.
Ricardo Balbín otra nave insignia de la UCR era gran orador, y también lo fue Raúl Alfonsín.
Pero no cabe duda alguna que si bien es importante que un líder tenga condiciones de orador y cautive a sus seguidores y a las masas, lo sustancialmente importante es lo que hacen, que es lo que perdura y puede hacer olvidar frases desafortunadas que en la boca de un conductor, tienen aún más relevancia.
No obstante, por lo que representan, los mandatarios deberían ser más cuidadosos cuando hablan a los ciudadanos, no incursionar en aquellos temas que no han profundizado, o evitar la frase chabacana cuando el destinatario pertenece a clases sociales desprotejidas u olvidadas a las que se les exige más cuando cada vez pueden menos.
Si fuera cierto aquello de que «a las palabras se las lleva el viento», les queda entonces la oportunidad de demostrar con hechos que al menos serán recordados por lo que han hecho, y no por lo que han dicho.