Así como siempre decimos que en todo hecho importante que se registre en el país, siempre hay un casarense directa o indirectamente involucrado, debemos decir que cuando los casarenses son protagonistas de hechos de cierta resonancia, los mismos replican en la prensa regional y nacional. Y eso es lo que sucedió con el sonado caso del autosecuestro ideado por un joven de nuestra ciudad, cuya repercusión ha sido notable.
No obstante debemos considerar que no se trata de un hecho delictivo más, sino de una problemática que excede el delito en sí para formar parte de una realidad nacional y mundial que tiene que ver con la disolución de las parejas con hijos y las consecuencias que traen aparejadas tales separaciones o divorcios.
En este caso las desinteligencias que se presentaron entre un joven estudiante y su padre, luego de haberse separado éste de su madre, fueron sin duda alguna el detonante que movilizó a dicho joven a urdir su propio secuestro con el fin de dañar económica y psicológicamente a su progenitor.
Sin dejar de reconocer que la actitud del joven en cuestión, por cierto reprobable, no sólo provocó una profunda conmoción y angustia en sus padres, sino que demandó un trabajo policial y judicial árduo en el que se pusieron en marcha todos los protocolos aconsejados en ese tipo de delitos, las motivaciones del mismo exigen un trabajo psicológico de ayuda a las partes, a fin de restituir el diálogo y el entendimiento en los componentes de esa familia, por sobre que los lazos que unían al matrimonio se hayan disuelto.
Es de destacar a su vez el buen tino que tuvo el padre al recibir la llamada amenazante del supuesto secuestrador, al denunciar el hecho a la policía y permitir que ésta realice las investigaciones pertinentes con todos los medios a su alcance, lo que en definitiva permitió detectar el engaño y apresurar la resolución del caso.
Un párrafo aparte para las terceras personas que se prestaron a la comición del delito, seducidas tal vez por una compensación material, lo que los convertiría en meros delincuentes, sin atenuantes que justifiquen su participación en el hecho. En su condición de amigos, como se dice que eran de quien ideó el «secuestro», pudieron haberlo disuadido de cometer el hecho, pero en cambio se convirtieron en sus cómplices.