En seis meses de gobierno de Cambiemos, que no es demasiado pero si suficientes para poder evaluar si las estrategias de campaña que lo llevaron al triunfo eran fruto de un proyecto concreto de superación, nos encontramos conque las marchas y contramarchas que se han dado, muestran un rumbo confuso que deja al descubierto un nivel de improvisación preocupante.
En ciertas medidas de gobierno, por cierto de vital importancia, da la impresión que aplican el método de ensayo y error, o más comúnmente llamado prueba y error, que consiste en lanzar una medida y verificar si funciona. Algo inconcebible en el desarrollo de un programa de gobierno, que se supone debe ser analizado en profundidad y puesto en funcionamiento cuando no caben dudas de su factibilidad. Sin embargo no ha ocurrido así, algunas voces lo justifican al decir que «al menos reconocen los errores, otros los tenían y no lo reconocían», lo que puede ser cierto pero de manera alguna eficaz para lograr la credibilidad y confianza, factores esenciales que determinan la inversión extranjera y el trazado de políticas a largo plazo.
Hemos visto cosas peores, no tenemos dudas. Y tal vez por eso es que triunfó otra propuesta, cautivando a un sector del electorado que renegaba del gobierno anterior, indilgándole prepotencia, corrupción y un manejo antojadizo de la justicia. Pero hoy vemos que los mismos que han apoyado fervientemente esta nueva propuesta, ven a sus actores vacilantes, un tanto improvisados y alejados de las políticas sociales a tal punto de que ha aumentado la cantidad de pobres y aquellos que aún no lo son ven en las nuevas medidas de ajuste un tobogán inexorable hacia la pobreza.
No es gobernando que se aprende. El aprendizaje debe ser previo, las políticas estudiadas, las medidas a aplicar deben contar con un altísimo grado de seguridad.
No obstante no debemos dejar que el desaliento le gane a las esperanzas. Pero sería adecuado que el gobierno escuche al pueblo, que como se dice habitualmente en política, los funcionarios pisen el barro, recorran aquellos lugares donde viven los que más necesitan, porque aún estimando que al país hay que manejarlo como una empresa, no se deben olvidar del motor fundamental de toda empresa que son los trabajadores. De su bienestar depende el rendimiento, no es haciéndoles pasar necesidades que se logran los mejores resultados.