La figura del cartero, aquel que llamaba a la puerta para entregar la carta de un padre a su hijo, de una novia a su novio, de amigos lejanos, la buena y la mala noticia, prácticamente ha desaparecido. Hoy el cartero entrega cartas que avisan vencimientos, publicidades, comerciales, notificaciones, intimaciones, correspondencia que nada tiene que ver con la comunicación privada entre la personas. Aquel romanticismo de otrora con la llegada del cartero a la casa de una enamorada ya no existe, tampoco la impaciencia de una madre a la espera de la noticias de sus hijos. Los tiempos han cambiado, hoy en día la carta ha sido reemplazada por la llamada del celular, el correo electrónico, WhatsApp, Faceboock, Twiter, etc, etc, etc. Las maneras de comunicarse en forma digital son infinitas, veloces e inmediatas. Antes había que esperar días o meses si el que escribía se encontraba en el exterior.
Y como el cartero han desaparecido y están desapareciendo formas de comunicarse que tenía la gente que fueron suplidas por otras sin duda más eficientes y expeditivas. Hoy en día una abuela puede recibir la imagen de un nieto a miles de kilómetros y escuchar su llanto o balbuceo. La magia de la tecnología lo hace posible.
Intentar comunicarse con las grandes empresas y lograr ser atendido por una persona de carne y hueso, es improbable. Todo es digital, sale un ítem de preguntas más frecuentes y uno debe preguntarle a la máquina, no hay un ser humano del otro lado. Para algunos es ideal, para otros complicado, preferirían mantener una conversación corriente, explicar y que le expliquen. Ya prácticamente eso no se usa.
Volviendo al cartero, aquel personaje afable de gorra de cuero, enorme cartera repleta de correspondencia y caminar calloso, ha pasado a la historia. Hoy ya no lo esperan, aunque visto de otra manera siga prestando una importante función. Consultado uno de ellos nos decía: «Ya no llevo las tradicionales cartas, hoy son todas facturas, cuentas, intimaciones, cartas documentos en un 99,9%. Días pasados después de mucho tiempo llevé una carta cuyo remitente era de una nena, me di cuenta por el sobre, pero fue una rareza, la gente ya no se escribe».