Movilizados por la fe y la desesperanza son muchísimos los que van a pedir cura a sus males y a los de sus seres queridos, muestran sus fotos, se emocionan hasta las lágrimas con las palabras del sacerdote, e incluso algunos caen a sus pies en una suerte de desvanecimiento. Muchos no alcanzan a comprender lo que les pasa, se sienten reconfortados y no dejan de ir todos los miércoles. Muchos creyentes de otros partidos de la región.
La llegada del padre Joni como párroco de nuestra ciudad no ha sido un hecho más. Muy por el contrario desde que vino desde Guatemala donde ejercía su ministerio, y conocida su calidad de sacerdote carismático, la parroquia local, especialmente los días miércoles cuando se ofician las llamadas «misas de sanación», se ve completamente repleta de fieles, los que movilizados por la fe y en muchos casos la desesperanza ante graves enfermedades propias o de personas muy allegadas, esperan en las oraciones y el poder que Dios le ha conferido al sacerdote la curación de sus males. No obstante esas firmes creencias el sacerdote insiste en que no es «curandero» ni realiza milagros, que el que sana es Dios, no el sacerdote.
Aún así es conmovedor ver como cientos de fieles se emocionan hasta las lágrimas y el llanto ante las palabras del religioso, muestran fotos de sus familiares y amigos queridos, y algunos caen al suelo vencidos por la emoción, mostrando imágenes que nunca se vieron en el templo local, más propias de iglesias evangelistas que del credo católico.
Escenas estas que se repiten todos los miércoles, con fieles que sin entender muy bien lo que les pasa, van guiados por una fuerza interior como nunca antes la habían sentido, ya que rara vez concurrían a la iglesia, como no ser por algún bautismo, casamiento o a un responso.
También llama la atención que entre la concurrencia de los miércoles se encuentren fieles de otras ciudades vecinas, que enterados de que en nuestra parroquia se ofician misas de sanación, no vacilan en venir.
Si hay un milagro que ha hecho el padre Joni, es el de llevar a miles de personas a la iglesia local, y lograr que aquellos que se decían católicos pero jamás practicaban o escuchaban la palabra de Dios, ahora lo hagan, reconfortados por la fe y ante la esperanza de lograr la bendición del Señor.