No es el caso de Carlos Casares, que por la paridad de fuerzas entre los partidos políticos se produjo históricamente una alternancia que no dejó eternizarse en el cargo a ningún intendente, como tampoco a concejales o consejeros escolares. La medida de ponerle límite a la reelección indefinida de intendentes, concejales, consejeros y también a legisladores en el ámbito de la provincia de Buenos Aires es por cierto muy acertada y debiera extenderse a todo el país. Se dice que un período de 4 años es demasiado corto para que un jefe comunal pueda llevar a cabo un proyecto de gobierno. Por lo tanto su reelección en el cargo, si así los ciudadanos lo decidieran es procedente. A partir de allí podría suponerse que en el mandatario se produce un proceso de desgaste (no en todos los casos) que lo lleva a debilitar áreas sensibles de su gobierno, en algunos casos a gobernar más pensando en sus partidarios, por aquello de «cuidar la quintita», ganando adversarios y también cierto descontento en sectores que lo acompañaron con su voto, sea por sus antecedentes, su hombría de bien o su relevancia en la comunidad, sin estar consustanciados con su partido político. Así como se han dado otros casos en los que aún gobernando durante varias gestiones, el apoyo ciudadano ha sido constante, reafirmando una y otra vez su deseo de que siga gobernando.
En Carlos Casares varios intendentes fueron reelectos, algunos han llegado a desempeñarse por una década o más, y en el caso actual el intendente Torchio que no se ve alcanzado por la reciente ley, tiene la oportunidad de intentar, si así lo quisiera y los vecinos lo votaran, gobernar por un tercer período. En su caso deberá hacerlo sin el apoyo partidario del gobierno de la provincia o el de la nación, lo que lejos de concederle un mayor handicap, le significará un esfuerzo mucho mayor en búsqueda de una legitimidad genuina, sin verse favorecido por la tracción oficialista.
Volviendo a la medida legal que fija una sola reelección, esto favorecerá el recambio generacional que debe darse en los partidos políticos, que en muchos casos la eternización de políticos en el cargo, ha frenado su renovación con el ingreso de nuevos y jóvenes militantes a las funciones públicas.