El Día del Inmigrante (4 de setiembre), el Día del Agricultor (8 de setiembre) y la muerte de Domingo F. Sarmiento (11 de setiembre), son fechas que no solo están relacionadas por el mes, sino por coincidir histórica e ideológicamente con la Argentina de la segunda mitad del siglo XIX.
En ediciones anteriores mencionábamos al Día del Inmigrante y con respecto a ello, la Constitución Nacional no deja margen para dudas, cuando en su preámbulo dice literalmente: “… y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino…”, con lo cual se habilitaba a las políticas migratorias de la llamada por la historia oficial: la Argentina Moderna.
Los inmigrantes jugarían un papel fundamental en el nuevo proyecto de país y la agricultura sería un motor importantísimo. Por eso se toma a la fundación de la Colonia Esperanza en el sur de Santa Fé el 8 de setiembre de 1856, para homenajear a los agricultores. La misma fue por Aarón Castellanos, con familias de origen suizo, durante la gobernación de Domingo Cullen y la presidencia de Justo José de Urquiza, en épocas en que la Confederación se hallaba separada de Buenos Aires.
Mientras tanto, Domingo Faustino Sarmiento, al regresar de su exilio en Chile durante el período rosista, se volcó a colaborar con el gobierno de Buenos Aires. Como parte de la expansión hacia el interior de la provincia, se había fundado el pueblo de Chivilcoy en 1854.
El pensamiento sarmientino con respecto a la inmigración coincidía con el de Juan Bautista Alberdi, ideólogo de la Constitución Nacional. Ambos sostenían la tesis de traer inmigrantes europeos, aunque los hubiesen preferido anglo-sajones.
Pero los anglosajones emigraban hacia EEUU, porque allí había mayor desarrollo industrial. Mientras que los que vinieron a nuestro país eran la mayoría de la Europa meridional, muy poco desarrollada industrialmente y con un gran excedente de mano de obra rural.
No obstante, y a partir de la Ley de Inmigración y Colonización de Avellaneda (1876), sucesor de Sarmiento en la presidencia de la nación, miles y miles de inmigrantes arribarían al país y recibirían los beneficios de una legislación educativa hecha a la medida de ellos y del proyecto de país.
Así fue, no fueron los derrotados pueblos originarios ni los resignados gauchos, perseguidos, muertos o marginados, los que se beneficiarían con la “modernización”, por el contrario. A pesar que descendían de los que liberaron la patria del yugo realista español, esos gauchos fueron condenados a muerte o al exilio interior (Martín Fierro ) o al sometimiento y pérdida de identidad ( Santos Vega ). En la mayoría de los casos no recibieron los beneficios de la nueva educación gratuita y laica, que los insertaría en el modelo agroexportador como mano de obra con una calificación elemental.
Sería el turno del inmigrante, futuro habitante de las pampas, en la medida que la oligarquía dominantes se lo permitiera, siempre y cuando no atentara contra el establishment .
Pero como ya dijimos, la mayor parte de las tierras, quedaron en manos de la oligarquía terrateniente, sobre las que realizaron pingües negocios y evitaron, salvo excepciones, que cayeran en manos de esa chusma de inmigrantes, a los cuales no se les cumplió con la promesa de venta
Prof.DanIel Lombardo
Colaboración
Horacio Vita, Director de Cultura
Museóloga Teresa Acedo, Dirección de Patrimonio y Museos