Un hecho casual hizo que un cronista de El Oeste tomara cuenta que la Capilla del Cementerio, ya no es capilla, nadie reza, no encienden velas y dejó de ser un lugar sagrado. La virgen está por ahí, los candelabros por allá, queda una cruz y si no la sacaron es para que no se vea el agujero. Alguien decidió que era más útil convertirla en una oficina y llevó allí escritorios, computadoras, sillas y papelería. Chau Capilla, si quieren rezar que vayan a la iglesia, total, ya ni siquiera está allí el féretro del Padre Martínez, al que decenas y hasta cientos de fieles iban a rezarle una oración o a llevarle una flor.
¿De quién habrá sido la idea?, seguramente no fue de un católico practicante, de esos que se persignan cuando pasan frente a una iglesia o capilla, y menos aún de los que rezan, van seguido a misa o comulgan semanalmente. Pero claro, el mundo está cambiando, hay que ser prácticos, y como Dios está en todas partes -dicen- ¿para qué hace falta una capilla?. Con rezar en cualquier parte, ya está, y si es por Facebook o WhtasApp mejor, estamos en la era digital, 4G y mucho más. Y eso hace recordar a aquella «ama de casa» moderna, de esas que cocinan poco y nada, que usó el horno de su cocina para guardar libros, total ya no lee más.
Hay que ser práctico en la vida, pero permítasele al escriba una pequeña licencia: como dijo Jesús «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen…»
