En Casares todavía hay seguridad para que los niños puedan salir a la calle, jugar y divertirse. Pero ¿dónde están los chicos?. Ya no juegan a la pelota, tampoco remontan barriletes, el juego de la bolita y las figuritas pasó a la historia, ya no hacen más carreras de autitos de juguete, ni salen a cazar u organizar partidos en algún potrero. Ahora están encerrados en la casa frente a la computadora, o en el televisor con las proezas digitales de monstruos horribles, carreras endemoniadas y videos incomprensibles para quienes no entienden ese idioma que ellos sí entienden.
La pregunta es cuál es la diferencia en aquellos niños del barrilete y la bolita con estos de los videos, los smartphone y la compu. Difícil saberlo, aunque antes eran más ingenuos, hoy son más despiertos, aunque si al estilo del Papa Francisco hubiera que medirlos por las risas y sonrisas, los de antes les ganaban lejos.
Negar la modernidad, los adelantos, las nuevas formas de entretener, sería detenerse en el pasado, pero ¿es bueno que los chicos estén encerrados en sus casas frente a una pantalla o manipulando pequeños artefactos digitales, sin socializar, sin participar en barritas, reunirse en las esquinas, hablar de fantasías o contar cuentos?. Alguien dijo : «Habría que preguntarles a ellos», pero como preguntarles si no han tenido la oportunidad de conocer lo otro.
Es cierto que en Capital o en centros urbanos importantes los chicos no pueden salir a la calle. El peligro es demasiado, sus padres no los dejan solos un minuto, a la calle jamás, a jugar adentro, que miren la tele, y se entretengan con los jueguitos.
Tal vez ese sea el precio a pagar por este mundo loco que cambió tradiciones y costumbres que han convertido en distintos los años de la infancia. Es probable que quien lea estas lineas piense que están inspiradas desde una posición machista, ya que hablamos de los juegos al aire libre de los varones, pero también las chicas en menor medida gozaban de juegos al aire libre que hoy reemplazan por la tecnología. Ellas tampoco salen, el control remoto y las imágenes en pantallas led han pasado a ser su pasatiempo.
La calle está despoblada de chicos, sólo se ve a los que circulan de la mano de los padres, van custodiados a un parque o a la plaza, concurren con estos a los cumples y fiestas, han perdido la individualidad. Los «cara sucias» ya no existen.