No es el caso de presumir de moralistas, ni tampoco -como se dice vulgarmente- pretender que en el interior somos carmelitas descalzas, pero la ley recientemente promulgada en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, ordenando la prohibición del trabajo de las llamadas «coperas» o alternadoras en los piringundines, o locales nocturnos con denominaciones como cabaret, dancing, nigh club, etc. , va a terminar provocando un éxodo de dichas chicas al interior. El hecho de convertirlas de un plumazo en mano de obra desocupada, traerá como consecuencia el hecho de que dichas mujeres o bien se concentren en ejercer únicamente la prostitución o de lo contrario buscar otras plazas en lugares del interior donde no existan dichas prohibiciones o manejen las leyes con mayor elasticidad. Y como se sabe en estos casos, existen proxenetas o «representantes» de coperas y alternadoras, que promueven la apertura de locales nocturnos que terminan siendo una suerte de prostíbulos encubiertos, ya que los parroquianos que allí van no sólo lo hacen en la pretensión de alternar y pagarles algunas copas a las chicas que allí trabajan, sino concertar luego citas para mantener sexo.
Todo ese trabajo suele realizarse en la mayor promiscuidad, sin controles sanitarios ni de otro tipo tendientes a preservar la salubridad, como tampoco el cumplimiento de las ordenanzas municipales y leyes provinciales vigentes.
Ante la posibilidad manifiesta de esa suerte de «éxodo» de chicas de vida ligera y su manipulación por parte de representantes de baja calaña que en realidad las explotan, es de esperar que a nivel local se prendan las alertas ya que tal situación podría alentar a que algunos «empresarios» intenten abrir locales y contratar dichas mujeres como supo haber varios en años pasados con proliferación de mujeres que trabajaban de coperas y hacían «horas extras».
Sabido es que este tipo de actividades trae aparejado otros males como la droga, cuya penetración en las actividades «non santas» de la noche son ampliamente conocidas.