Liberarle la noche a los llamados «chicos» de 14 a 18 años en los pueblos de menos de 30 mil habitantes sería una idea que prende en legisladores e intendentes, y que puede darse si en el Senado de la provincia se vota una modificación a la Ley de Nocturnidad vigente que prohibe la presencia de menores de 14 a 18 años en los locales bailables junto a los mayores.
Es que el espíritu de tal modificación a la ley presume que en estos pueblos hay control, nos conocemos todos, los llamados «chicos» son más respetuosos, educados y conscientes. Que los riesgos de las malas juntas, las drogas, la ingesta de alcohol y otras licencias, son menores. ¿Es tan así?.
La noche es mala consejera… La frase encierra puñados de verdades, pero también puñado de prejuicios. Generalizar sería injusto, y es cierto que en estos pueblos pequeños el tema de la nocturnidad y los menores es problemático, porque estos no tienen lugares específicos donde bailar y divertirse. ¿Entonces qué hacen?, tratan de «colarse», deambulan en los alrededores de las bailables para intentar que los dejen pasar, en fin, terminan deam-bulando por aquí para allá, alargan las previas y consumen más alcohol, algunos ya conocen la droga, luego carreras de autos, peleas, en fin, una película que se repite constantemente.
¿Pero hay seguridad de que ingresando a los boliches bailables esté zanjado el problema?. Aquí ya juegan otros factores y dependen más de los propietarios de los locales que de las enseñanzas familiares, de las campañas publicitarias, o de las recomendaciones que se les hacen. El riesgo de mezclar menores con mayores hay que asumirlo, el alcohol y las drogas prenden rápido en los estratos juveniles menores, y si ellos ven que los mayores toman, consumen sustancias y se desenvuelven en la noche como peces en el agua, suelen tomarlos de ejemplo. Pero ojo, no seamos tremendistas, si los dejan compartir la noche, que los controles sean férreos y terminantes, ni una gota de alcohol a un menor dentro del local, y si alguien fuma o toma alguna sustancia ponerlo de inmediato en manos de una autoridad. Es cierto que nos conocemos todos, que los «chicos» en cierta medida son más dóciles en estos pueblos que en la grandes ciudades, pero los controles no deben faltar ni fallar.