Muchos lo lograron, y tamaña alegría era compartida con familiares, amigos y vecinos, le contaban a la prensa sobre sus sueños y hasta como iba a ser su vida a partir de ese momento. Ahora en cambio lo ocultan, se tragan esa alegría inmensa, y con temor les piden a sus más allegados que no abran la boca, que no se sepa que se han convertido en millonarios. Ocurre con la lotería, con el Quini 6, las grandes apuestas de quinielas y otros importantes premios. El anonimato es esencial, como cuervos o buitres que acechan las presas, los ladrones están atentos, o al menos los afortunados lo creen así y transforman esa felicidad en un pánico que por unos cuantos días, tal vez muchos, los acecha hasta tanto inviertan o le den un destino seguro a su ganancia.
Los tiempos han cambiado. Hasta esos estado de felicidad se han transformado, convirtiéndose en temor e incertidumbre.
Como periodistas que hemos transitado ambas épocas en nuestra profesión recordamos que varias décadas atrás llegábamos con nuestro fotógrafo a la casa de quien había sacado la lotería y nos recibía con una copa de sidra o champagne, en un entorno de felicidad familiar y con muchas ganas de hacer público el haber sido tocados por la varita mágica de la fortuna. El reportaje era inevitable, el nuevo rico desnudaba sus sueños, y en derredor todos morían de sana envidia, no dejando de reconocer -en la mayoría de los casos- que el premio había caído en buenas manos.
En estos tiempos cada vez que alguien acierta en el Quini 6 o gana algún premio importante, sabemos que el nombre del favorecido permanecerá en el anonimato, y hasta nosotros mismos los periodistas, si lo sabemos tampoco lo revelamos, sea por prejuicios o porque estamos convencidos que realmente los tiempos han cambiado y hoy no se puede o no se debe hablar de esos temas.
¿Todo tiempo pasado fue mejor?. No creemos que debemos caer en esa afirmación porque en gran parte no es cierta. Debemos aceptar que lo que antes era genuino, ingenuo y natural, hoy ya no lo es, junto a los progresos y grandes adelantos del mundo moderno, debemos convivir con la marginalidad de una sociedad desigual que no encuentra su rumbo.