No vamos a caer en el lugar común de decir «algo hay que hacer con los perros vagabundos que circulan por la ciudad». Lo hicimos una vez y debimos soportar una catarata de correos de asociaciones defensoras de los animales en los cuales por poco nos trataban de asesinos. Que ese «algo hay que hacer» significaba que instábamos a las autoridades o a quien sea a que los eliminen.
Nada más lejos de la verdad. Nadie puede discutir que en la ciudad y en especial la zona céntrica se ven jaurías de perros, algunos hambrientos que no sólo se ocupan de romper bolsas de basura para procurarse alimentos, sino que deambulan en las inmediaciones de los locales gastronómicos, circulando en sus veredas atestadas de clientes en busca de alguien que les procure algo de comer. A tal punto llega el problema, que los comerciantes gastronómicos de la zona centro ya no saben qué hacer ni a quién acudir para poder solucionar esa situación y están pensando en unirse y solicitar públicamente a las autoridades que solucione de alguna manera el problema. Precisamente uno de esos comerciantes le refería a un cronista de este medio que a un empleado de delivery que circulaba en su moto se le cruzó uno de esos perritos haciéndolo caer, por lo que sufrió serias lesiones debiendo ser atendido en el hospital. Dicho comerciante nos decía que tanto él como sus colegas chocan con la cerrada oposición de los defensores de los animales, cuando en realidad lo que piden es que los cobijen y atiendan en lugar de permitir que circulen en jaurías causando destrozos, accidentes, molestias y temor en los vecinos.
Hemos observado que en algunas casas sus moradores dejan cubos de agua y platos o envases con sobras de comida para alimentar a perritos del barrio que no tienen dueño. En lugar de adoptarlos brindándoles la seguridad de un «hogar» los dejan que sigan vagabundeando y no solo los alimentan sino también alimentan su propia veta solidaria que mucho deja que desear.
Ese «algo hay que hacer», no significa sacrificarlos, muy por el contrario evitar de una manera civilizada y solidaria que sigan vagabundeando por las calles, muertos de hambre, en encarnizadas peleas por un poco de comida, ante el terror y estupor de los vecinos que ven amenazada su seguridad y tranquilidad.