No podemos negar que pese a que el crecimento demográfico casarense es muy lento, a razón del 1% anual, tal vez menos, los habitantes en general gozan de una buena calidad de vida, con todos los servicios, una preocupación constante de los gobiernos por la salud y la vivienda, con estadísticas en materia de seguridad que son aceptables en comparación a otros distritos, y buenos niveles de educación, aunque haría falta una mejor oferta terciaria y universitaria. Pero claro, el gran problema de las clases media baja, media y los más necesitados, es que los bolsillos están demasiado flacos, con sueldos bajos en promedio y economías que en los últimos tiempos se han visto jaqueadas por una suba indiscriminada y para muchos cuasi salvaje de los servicios, que junto a la alimentación y el vestido son la esencia del gasto familiar.
Contemplando que la municipalidad es la «empresa» que cuenta con una mayor cantidad de empleados, con sueldos relativamente muy bajos, que en el comercio el empleo en negro es muy alto y con salarios que distan mucho de parecerse a los de los convenios colectivos de trabajo, que los empleados rurales también en un gran porcentaje están fuera de la legalidad, en muchos casos sin aportar jubilación, nos encontramos con una gran cantidad de vecinos cuyos ingresos son bajos y afrontan serios problemas, sin soluciones a la vista y con la diaria incertidumbre de no ver claridad en el futuro, sino más bien un panorama sombrío ante la amenaza de nuevos aumentos que en los meses de invierno que se avecinan prometen ser confiscatorios para los magros sueldos que perciben.
Toda nota y en este caso no debería ser una excepción, tras el diagnóstico o exposición de una situación sería esperable que al menos proponga una idea de solución. Pero sucede que estamos tan desconcertados, una gran mayoría de la población lo está, que sólo cabe esperar los acontecimientos y fundamentalmente la cordura y el criterio de quienes nos gobiernan a nivel provincial y nacional, a fin de que tracen políticas inclusivas tendientes a lograr un equilibrio social que permita a los vecinos no sólo su subsistencia sino también su crecimiento armónico que como sociedad se merecen.
Las políticas de ajuste y «sinceramiento» de la economía, como dicen, deben estar acompañadas de medidas compensatorias, pensadas en la mejora progresiva del salario, poniendo énfasis en practicar la justicia social como base de una sociedad justa que persiga la felicidad y prosperidad de los habitantes de este pueblo.