«Hay de todo como en botica…»

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Una vieja frase referida a  las antiguas «boticas», comercios en los cuales podía encontrarse de todo, aunque esencialmente remedios y preparados medicinales. Dichas boticas a fines del siglo XIX se transformaron en las hoy llamadas farmacias, comercios específicos en los cuales se pueden adquirir todos aquellos medicamentos de plaza, atendidos por un profesional farmaceútico. Lejos están las farmacias actuales de aquellas de antaño en las que se preparaban fórmulas magistrales. Hoy la industria de los laboratorios y los medicamentos ha avanzado tanto que aquellas fórmulas que elaboraban los propios farmacéuticos han quedado en la historia y tal vez perduren como adorno en algunas farmacias antiguas aquellos frascos rotulados con los distintos elementos con los cuales se elaboraban aquellos medicamentos.

Pero no hemos querido quedarnos en la referencia histórica, sino tratar una problemática actual que tiene que ver con la carencia de medicamentos de uso corriente en las farmacias de turno. El vecino que llega en horas de la noche o a cualquier hora en días feriados con una receta, se encuentra en muchos casos con que la llamada «farmacia de turno» no tiene ese medicamento ni puede darle solución alguna. Desorientada esa persona a la cual le han prescrito un remedio deja la farmacia y queda en la encrucijada de no saber qué hacer, como no sea posponer la urgencia para cuando pueda conseguir dicho medicamento. A todas luces lo sucedido es cierta mente grave. No se trata del faltante de un paquete de arroz o de un sachet de leche, estamos hablando del faltante de un remedio que se supone para detener el avance de una enfermedad, mitigar el dolor o continuar un tratamiento. «No, no tenemos», dice el farmacéutico o la farmacéutica y atiende al próximo cliente.

Queda para pensar que ante estas situaciones, repetidas con demasiada frecuencia, el Círculo de Farmacéuticos de nuestro medio debería implementar algún tipo de solución, habida cuenta de la gravedad del problema, e insistimos con la palabra GRAVE, porque cuando se habla de enfermedades y carencia de medicamentos, la situación es siempre grave.

Con algún estupor hemos visto en los últimos tiempos que las farmacias han vuelto a su antiguo ropaje de botica, ya que basta ingresar a muchas farmacias para ver que allí hay de todo, no solo remedios, productos de belleza, perfumes, etc., sino también se revelan fotos, se vende bijouterie, carteras, regalos, y hasta alimentos. Decíamos tal vez a título de chanza que mientras el farmaceú-tico o farmaceútica atendía a una clienta que se probaba frente al espejo un par de aritos, un cliente esperaba con supuesta urgencia que lo atiendan para llevar un medicamento para parar la colítis. Hubo algún intento en modificar esa modalidad, pero nada se ha hecho.

Volviendo al tema que nos interesa y preocupa a los vecinos, insistimos en que son demasiados los faltantes que acusan las farmacias de turno. La gente se queja, tiene razón y debe buscársele una solución.

 

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